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Agapito Maestre

Estatina con humor

Y, sin embargo, conozco a uno que padece una hipercolesterolemia del copón que no ha logrado curarse tomando altas dosis de estatina.

Porque no he querido ponerme de mal humor, he rechazado varias veces escribir sobre el poder del fármaco estrella de este verano, del año y, según algunos estudiosos, del siglo XXI. Un fármaco comparable a la centenaria aspirina. Me refiero a la estatina, que no sólo reduce los niveles de colesterol malo en sangre, el famoso LDL, que bloquea las arterias, sino que aumenta los niveles del colesterol protector, el HDL. Según datos fiables de la OMS, gracias a este nuevo fármaco se han visto reducidos considerablemente el riesgo global de mortalidad por enfermedad cardiovascular, los peligros de infartos, las intervenciones coronarias y, por supuesto, también se han visto reducidas las arritmias y el número de tromboembolismo cerebral en los pacientes que consumen la mencionada estatina.
 
Además, por si lo anterior fuera poco, la estatina puede curar, según las noticias aparecidas en la prensa y revistas especializadas, la diabetes, el cáncer, la osteoporosis, el Alzheimer, la esclerosis múltiple, la pérdida de visión, la artritis reumatoide y así sumen y sigan... Vamos, la estatina es un milagro. Y, sin embargo, conozco a uno que padece una hipercolesterolemia del copón que no ha logrado curarse tomando altas dosis de estatina. Lo digo de otro modo: este cronista es un consumidor de estatinas desde que se descubrieron y, aunque han logrado bajarle un poco sus niveles de LDL, la hipercolesterolemia persiste... Comprenderán ahora porque les decía que me pongo de mala leche, cuando oigo hablar de la estatina como una medicina milagrosa que todo lo cura.
 
Ya con mal humor, que siempre está soportado en el poco dominio de sí, o sea de mi mismo, me pregunto: ¿no será que esta época veraniega, con pocas noticias y menos ganas de trabajar, hay que inventarse bálsamos de fierabrás y cosas parecidas para entretener al personal? La estatina vendría a curarlo todo. La felicidad ya no sería incumbencia de los seres humanos sino de la estatina. Por suerte, según se atreven a reconocer los expertos en farmacopeas, la estatina tiene sus limitaciones; que no son otras que las derivadas de la "naturaleza", o sea, este fármaco se extrajo de un hongo y la naturaleza, dice un investigador, "es una caja de tesoros" , yo diría de truenos, que quizá cure viejas enfermedades, pero siempre producen otras nuevas. ¡Para cuando se inventarán medicinas sin efectos secundarios! Nunca. La naturaleza es misteriosa, la más misteriosa, para el ser humano.
 
Pero no temblemos, y aceptemos que hay cierta dulzura en la existencia. Curarse no es importante sino tirar el lastre para favorecer el equilibrio, el humor, el buen humor, como destino. Me río, me enjugo una lágrima y me tomó el "Prevencor" de 40 Mg., que sé que no me curará pero me permitirá aceptar un día más la conspiración de destinos, la vida. Mi vida. Y, sobre todo, me hará recordar con gratitud a los médicos que me han tratado, desde hace quince años, de esta puñetera hipercolesterolemia. Sus fracasos no ha impedido que me hiciera amigo de todos ellos. Hoy, para mi dicha, sus sonrisas cínicas ante los efectos milagrosos de la estatina son mi principal vitamina para seguir tirando lastre. En fin, ojalá la estatina sea una nueva aspirina, pero, de momento, insistamos en que "rebaja" la hipercolesterolemia pero no la cura. Decir lo contrario es contribuir a que la estatina sea el nuevo nombre de la superstición.

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