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Cristina Losada

Mexan por nos e din que chove

ZP debe de saber, y sé que es difícil, que no estamos en los ochenta, ni en los noventa; ni siquiera en el 2004. La sociedad española no es toda ella timorata y acomplejada

El guión era sencillo, efectista, facilón y para que fuera tan pegadizo como las canciones del verano, se emitió durante varias temporadas, noche y día, por ondas, páginas y pantallas. ¿Recuerdan? Este país se despeñaba por el abismo, qué digo, ya había caído en él: los datos económicos eran buenos porque eran falsos; se iba a reformar la enseñanza, cosa intolerable, y peor aún, la clase de religión era evaluable; querían abaratar el despido en servil tributo al tiburón capitalista; en sus ratos de ocio, los ministros provocaban mareas negras y accidentes de avión; el del bigote echaba al monte a palos a los buenos nacionalistas, instigaba el odio, y ponía a hervir el caldero de las tensiones territoriales; el pueblo, justamente indignado, quemaba y llenaba de excrementos las sedes de su partido y pedía el linchamiento de los asesinos y fachas.
 
Por si aquel infierno fuera poco, llegó el Apocalipsis. Habíamos ido a Irak a asesinar niños y mujeres, y en previsible represalia, los islamistas masacraron a personas inocentes en los trenes de Madrid. Hubo Juicio Final y con ayuda de la trompetería, se mandó a los demonios al agujero. Las tinieblas desaparecieron de inmediato. Una luz desterró de España los males y las inquietudes de aquella era negra. Advino el hombre bueno, el sonriente, el dialogante, el optimista. En admirable sintonía, el guión apocalíptico desapareció y dejó paso a coros que entonaban alabanzas, parabienes y el Himno a la Alegría. De vez en cuando, los demonios asomaban y se les daba un estacazo por romper con sus feas jetas la Armonía Universal.
 
Pero la ficción política tiene caducidad. Como las fachadas Potemkin, no aguanta las inclemencias del tiempo, y menos las borrascas que desencadena un gobierno que camina de disparate en disparate y de provocación en provocación. Ah, pero ZP y sus socios más mimados, que son los que llevan años atizando el odio a España y a los españoles, los que piden boicots a los productos españoles, los que injurian y calumnian a quienes no tragan, quieren “mexar por nos e decir que chove”. Y no sólo eso: quieren que diga que llueve el que recibe el chorro de orina. Que la víctima, como decía Camus para caracterizar al comunismo, exalte al verdugo. Pues esto sí que lo saben: la Arcadia feliz que dibuja su séquito de decoradores únicamente resiste el embate de la realidad en una sociedad controlada, amordazada e intimidada.
 
Así que en la hora del gran dislate, el que se presenta bajo el nombre de Estatuto de Cataluña, han dado la señal para elpogromque debe servir de escarmiento a cuantos se resistan a decir que no pasa nada, que aquíbusiness as usual, que las noticias consisten en que llueve en Compostela, hay niebla en Bilbao y luce el sol en Barcelona. La cabeza elegida para el castigo han sido tres figuras de la COPE. Ya los insultaban de forma rutinaria, ya pedían el boicot y el cierre de la emisora, pero al pito de un ministro y al abrigo de sus pantalones, la pandilla de la porra, obediente ella, ha salido a apalear a los críticos. Un orfeón de políticos socialistas y nacionalistas tararea la vieja canción machacona: son ellos, ellos, los que envilecen, crispan y crean la confrontación. Miren, ya aburren. Está muy visto su repertorio. Mucha gente se ha coscado de que la están liando. Y ZP debe de saber, y sé que es difícil, que no estamos en los ochenta, ni en los noventa; ni siquiera en el 2004. La sociedad española no es toda ella timorata y acomplejada. Las hogueras para los rebeldes y los díscolos van a quemar lo que les queda del decorado.

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