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Cristina Losada

La grasa de Patxi y el escudo de ZP

Zapatero, en lugar de asumir su responsabilidad, pone por delante, como parapeto, a los socialistas vascos. Se escuda en su historial de lucha contra el terror para ocultar que es él quien está arrojando a la basura tan ejemplar trayectoria.

Patxi López acaba de descubrir que la lucha contra el terrorismo y el nacionalismo totalitario que libraron los militantes de su partido durante años, ha sido en vano y que absurdos fueron todos los sacrificios y los muertos. No lo ha descubierto ahora, pues cuando subió al liderazgo del PSE lo hizo para gestionar la entrega. Pero sí acaba de descubrirnos que lo ha descubierto. Lo ha dicho en El País, sin rebozo y sin vergüenza. Sostiene en la entrevista que tan oportunamente le han dedicado, que puesto que existe una parte de la sociedad vasca que apoya a ETA, no queda otra que ascender al terrorismo y a sus cómplices al status de legítimo interlocutor. Por supuesto, no llama a las cosas por su nombre. Evita, incluso, hablar de Batasuna, que de sobra sabe que es lo mismo que ETA, y presenta al conglomerado terrorista con el antifaz de "izquierda abertzale". Pero no hay eufemismo que valga para disfrazar la realidad.

Y una de las realidades que ignora deliberadamente López, es que ha habido siempre un sector de la sociedad vasca que ha respaldado y colaborado con la banda terrorista, y que ha votado en las elecciones a lo que se llamaba su brazo político. Más aún, que las filas de los partidarios de ETA estuvieron más nutridas que ahora. Y que, a pesar de todo ello, su partido no había estado dispuesto a reconocer legitimidad democrática alguna a quienes utilizaban el terror para imponer sus fines. Hasta que llegó ZP. Pues con él, el dique socialista ha saltado en pedazos, y no sólo se desviven por aceptarlos como interlocutores, sino que ésa es la vía para tomarlos como socios. Socios para repartirse el poder. Primero en los ayuntamientos, luego en la autonomía y en Navarra.

Ya puede Blanco ponerlo negro y tergiversar la realidad de lo ocurrido en Irlanda, donde el Sinn Fein no era ilegal, como lo es Batasuna. Ya puede Rubalcaba tranquilizar a la parroquia señalando que tres años sin matar son indicio sobrado de la buena voluntad de la ETA. Si como repiten los corifeos de este teatro de sombras, las condiciones objetivas le impiden cometer un crimen más, ¿por qué ceder, por qué negociar? Por la misma razón por la que el gobierno ha caído presa del pánico ante las amenazas de la banda de romper el alto el fuego, y en un viraje brusco, como aquellos que ordenaba Stalin y seguía sin rechistar la grey comunista, ha decidido negociar con los cómplices del terror sin esperar siquiera al trámite de su vuelta a la legalidad.

Es lo que López llama "engrasar". Convertir en grasa la memoria de los asesinados, la dignidad de las víctimas y de la democracia, la libertad y la justicia. Y con ese amasijo grasiento y sangriento, untar a ETA para que no naufrague un proceso del que López y ZP esperan sacar poder por siempre jamás. Han resucitado el cadáver de ETA para hacerlo y no van a pararse en barras. Sólo temen que la banda rompa el juguete antes de tenerlo compuesto, y sólo piensan en cómo dosificar las cesiones para que el mejunje se derrame gota a gota. Con una inseguridad reveladora, Zapatero, en lugar de asumir su responsabilidad, pone por delante, como parapeto, a los socialistas vascos. Se escuda en su historial de lucha contra el terror para ocultar que es él quien está arrojando a la basura tan ejemplar trayectoria. Se protege tras el honor de las víctimas de su partido para venderlo bajo cuerda. Y se refugia detrás de López, como si sus connivencias con los terroristas no las bendijera él mismo. Podía tener el coraje de dar la cara como el urdidor y responsable de todo esto. Pero el valor ni lo tiene ni se le supone. Si algo sale mal, ya sabes, López, fuiste tú. Si la mierda salpica, ahí estarán Patxi y el PSE para recibirla. Como la Reina de Corazones, ZP ordenará que les corten la cabeza.

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