Desde hace unos meses está teniendo lugar un extraño debate en Internet sobre algo denominado "neutralidad en la red", en la que muchos habitualmente feroces defensores de la libertad de la red y de la necesidad de mantener a los gobiernos fuera de ella se están proclamando como los más activos adalides de la intromisión estatal en la misma. Esta aparente contradicción la salvan arguyendo, más o menos directamente, que para salvaguardar la libertad dentro de Internet hay que prohibir y regular cosas en las infraestructuras.
Este debate en concreto ha surgido por la propuesta de evitar por medio de una ley que, en Estados Unidos, las compañías telefónicas puedan discriminar entre los distintos tipos de datos que circulan por los cables de su propiedad para dar más prioridad a unos frente a otros. Esto ha servido para dar como principal argumento del debate la explotación demagógica de la retórica izquierdista de la "gran empresa vs. el pobre y pequeño individuo indefenso"™. Lo cierto es que la llamada neutralidad en la red no ha sido impuesta hasta ahora por ley, e Internet ha funcionado bastante bien y, sí, razonablemente neutra aunque tampoco del todo. Pero las empresas de telecomunicaciones estadounidenses han empezado a ver una oportunidad de negocio, básicamente, en el ofrecimiento de paquetes a los consumidores con o sin telefonía sobre Internet (VoIP) y quieren tener la oportunidad de dar prioridad al tráfico de Internet que provenga de ese servicio de pago sobre el resto. Además, consideran que hay empresas como Google o Yahoo ganando mucho dinero a base de usar una infraestructura de red que no han pagado, y que son ellas quienes les están subvencionando en parte sus beneficios.
Quizá quien mejor represente a ambos lados del debate sea el columnista de USA Today Andrew Kantor. En febrero tomó partido a favor de la neutralidad de la red poniendo como ejemplo un hipotético intento de acceso a su propio diario, encontrándose con un mensaje del tipo "USATODAY.com no ha suscrito ningún acuerdo de transporte de datos con AT&T para que sus contenidos puedan llegar a los clientes de AT&T. Disculpen las molestias". Sin embargo, en junio escribió de nuevo reconsiderando su postura; ninguna empresa duraría mucho en este negocio impidiendo el acceso a sitios web –porque eliminaría de hecho el atractivo de Internet–; por eso no lo han hecho hasta ahora. Es más, la prohibición de que las empresas de telecomunicaciones cobren por un acceso prioritario y más rápido no nos iguala por arriba en cuanto a calidad y velocidad, sino por abajo. Algo así como la LOGSE y su hija la LOE, pero aplicado a la red.
La postura a favor de la neutralidad se basa en una visión estática de la economía y la tecnología, que considera el estado actual de las redes de comunicaciones como algo inamovible, lo que ha llevado a economistas, activistas y pensadores de todo tipo como Roxanne Googin, Lawrence Lessig o Vinton Cerf, a plantearse incluso la opción de volver a nacionalizarlas, siquiera en parte. George Gilder denunció que dicha visión significa trasladar toda la innovación en los bordes de las redes, estatificando cualquier desarrollo de las redes mismas. Es decir, significa que las mejoras tecnológicas, el negocio y los beneficios se queden, vía ley, en el campo de juego de Google, eBay o Yahoo, y se impida a las compañías telefónicas innovar y lograr dinero por ello. Razón por la que las primeras están cabildeando a favor de la legislación de "neutralidad".
Esto no es una pelea entre grandes empresas e indefensos clientes, sino una lucha en la que unas grandes empresas desean pedir ayuda al tío de Zumosol, el Estado, para evitar que otras grandes empresas les cobren por utilizar sus servicios. A nuestra costa, naturalmente; lo que se pide es que sean sólo los consumidores quienes carguen vía factura telefónica con los costes de las redes de comunicaciones. Y si las empresas no logran rentabilizar las inversiones en redes más rápidas, simplemente no invertirán. También olvidan los defensores de las leyes favorables a la neutralidad es que siempre, en todo ámbito conocido, en cuanto se permite al Estado meter mano en un ámbito, se expande hasta ocuparlo y regularlo por completo. Curiosa manera, pues, de "salvar Internet".