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Agapito Maestre

Discurso agridulce

La monarquía constitucional es un régimen político sensato, cuando el Rey es prudente e interviene en la vida política a su hora. Juan Carlos, sin duda alguna, es prudente, pero quizá se haya pasado de prudente.

El PSOE ha respondido al discurso del Rey con dejadez y cinismo. No podía esperarse otra cosa de un Gobierno que ha hecho de la ambigüedad y las intenciones ocultas su principal fuerza política. Por eso, no debe extrañarnos que el Rey critique suavemente al Gobierno por negociar con ETA y el portavoz del PSOE, en el Congreso, le conteste, como si la cosa no fuera con ellos, que el pacto Antiterrorista está vigente. A pesar de todo, el discurso del Rey me produce una sensación agridulce a mitad de camino del asentimiento y el rechazo.

Por un lado, todo lo dicho por el monarca es razonable, especialmente su exigencia de consenso frente a ETA; pero eso, hoy por hoy, es una falacia, algo sin sentido, porque el Gobierno hace tiempo que combate a su adversario político, el PP, negociando con ETA. Punto. Pero, por otro lado, las palabras del Rey llegan demasiado tarde. Ha esperado demasiado tiempo para levantar acta de lo obvio: unidad para combatir el terrorismo y consenso entre todas las fuerzas políticas para aplicar la ley y el Estado de derecho con eficacia.

En efecto, si todo el mundo sabe que Zapatero sólo tiene una política para mantenerse en el poder, a saber, su negociación con los terroristas de ETA bajo el pretexto de que conseguirá la paz, entonces por qué el Rey ha esperado tanto tiempo para llamarle la atención al Gobierno. El Rey sabía muy bien de qué va esta jugada, pero ha mirado para otro lado durante todo este dilatado "proceso" de desmontaje de la España constitucional. Ahora, sin embargo, ha intuido que la cosa puede afectarle directamente y trata de desmarcarse. Es como si todavía pudiera jugar a ser un Rey constitucional. Vale. Bienvenido al club de los defensores de la democracia.

Pero la institución monárquica no debería olvidar que las cosas dichas a destiempo corren el riesgo de perder su vigencia al poco tiempo. Es exactamente lo que pudiera sucederle al discurso del Rey Don Juan Carlos a los españoles el día de Nochebuena. Ojalá me equivoque, pero tengo la sensación de que ha llegado tarde, demasiado tarde. Siento decirlo, pero a este hombre se le ha pasado su hora. Le ha faltado sentido del tiempo y quizá convicción para llamar a las cosas por su nombre. Ha borboneado demasiado. Sus juegos con los socialistas son peligrosos.

La monarquía constitucional es un régimen político sensato, cuando el Rey es prudente e interviene en la vida política a su hora. Juan Carlos, sin duda alguna, es prudente, pero quizá se haya pasado de prudente. Ha esperado demasiado para decir algo sensato. La unidad de España está en cuestión con la política de Zapatero, pero parece que él ha sido el último en percatarse del problema. En fin, las palabras del Rey han sido graves, pero hubieran sido mucho más importantes pronunciadas hace un año. Hoy suenan a huecas. ¿Dudo de que el Gobierno le preste atención? Estoy convencido de que la intervención real le parece a Zapatero el espectro de un espectro. Una cuestión menor. Un trago que tiene que pasar sin darle mayor importancia. Una querella de gentes que, en el fondo, siguen llevándose bien. Malo.

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