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Juan Carlos Girauta

Lo que le faltaba al PP

El progrerío español necesita ver en el PP una milésima parte de la porquería que ellos alojan para desatar una campaña tras la cual los grandes nombres de Génova serán estudiados en los departamentos de criminología.

En un partido con miles de cargos públicos, habrá de todo. Demasiado presupuesto autonómico y municipal como para que no se le vaya la mano a alguien. No es cosa de izquierda o derecha; es la humana condición. Cuando hay que empezar a demostrar si los valores significan algo es justo en el punto en que la cara sucia del honrado sueño hace su aparición. El PSOE de González pasó a la historia de los albañales en vez de pasar a la historia de la política por no reaccionar como debía.

Metían los suyos una y otra vez las manos en la caja y el aparato callaba, la prensa adepta miraba con lupa al denunciante en vez de investigar al denunciado, y la militancia se echaba una siesta. Nadie tuvo en el estercolero del felipismo la decencia, el valor o las ganas de enderezar una deriva que incluyó incontables robos y ominosos crímenes. Tuvo que caer la cabeza podrida del pescado para que algo parecido a la regeneración en las conductas (que no en las ideas) se abriera paso. Muchos años después, cuando la corrupción ya no suele presentarse en forma de frigoríficos para abrigos de pieles, ni de deprimentes orgías roldanescas en calzoncillos, cuando se ha instalado en la periferia española otra corrupción trasversal y tolerada, consistente en vivir como Dios en cuanto se toca cargo, alguien ha decidido que el camión de la basura lleva las siglas del Partido Popular.

No está claro que Rajoy haya comprendido la gravedad del problema. El progrerío español necesita ver en el PP una milésima parte de la porquería que ellos alojan para desatar una campaña tras la cual los grandes nombres de Génova serán estudiados en los departamentos de criminología. Será injusto, será falso, pero será. Que no lo duden. O encabeza Rajoy la cruzada contra la corrupción interna en vez de despistar, mirando el problema de frente y arrancando de cuajo el trozo podrido, o el adversario lo triturará meticulosamente mientras la derecha sociológica pierde el último amarre, la confianza en la honradez de las siglas, y acaba musitando, a la deriva: "Cuando el río suena...".

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