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Cristina Losada

Zapatero y la cocinera de Lenin

En el reino de la mediocridad ha de mandar un mediocre que asegure a sus iguales que no manda. Es posible que con el líder del PSOE haya llegado, por fin, la hora siempre aplazada de la cocinera de Lenin.

Se reclama de los políticos que se acerquen a los ciudadanos. El diario El País, pervirtiendo el ejercicio, decidió acercar a unos pocos ciudadanos al presidente. A la montaña, o sea, a La Moncloa, llevó a los cuatro seleccionados, a los que no calificaría de privilegiados, pues fueron sencillamente utilizados. ¿Para qué? Negocios aparte, que eso es asunto del periódico, para ofrecer de Zapatero la imagen de un señor que en nada se diferencia del que viaja en metro. Él mismo se regodeó en esa percepción al decir que todos los días recuerda que es un "ciudadano normal". Como aquel "eres mortal", que le susurraban al emperador romano. El pequeño detalle es que José Luis puede ser –y es– más o menos como cualquiera, pero su cargo incluye responsabilidades que no tiene todo el mundo.

Es un fraude presentar al presidente de un Gobierno como uno más y que él se presente así puede ser treta o autoengaño, pero el caso es que en consonancia con tal simulación estuvieron sus comentarios. Reiteró Zapatero que no había podido prever la hondura de la crisis, lo que significa que el presidente dispone de la misma información que el vecino que sólo lee la prensa deportiva. ¡Y cómo reprochárselo! No sería un "ciudadano normal" si tuviera más conocimientos. Tan normalito es que no encontró mejor expresión para describir el impacto de la recesión que "aterriza como puedas". Una confesión de impotencia y de incapacidad previsora y decisoria, insólita en quien ocupa la jefatura del Ejecutivo. Aunque cabe una hipótesis peor: ése es el único lenguaje que cree que entienden y celebran los electores. No las explicaciones serias, sino la muletilla populachera. Algo a la altura de "cualquiera".

Estremecedor es el relato que hacía Zapatero de cómo resolvió "el lío del AVE a Barcelona". Se arremangó y se puso a hacer de ingeniero por intuición, como si se tratara de ayudar al del piso contiguo a arreglar una avería doméstica. Pero ése es el presidente que muchos quieren. Uno al que nadie pueda echar en cara que sabe más que cualquiera que ande por la calle. Uno que no sea mejor que ningún otro. En el reino de la mediocridad ha de mandar un mediocre que asegure a sus iguales que no manda. Es posible que con el líder del PSOE haya llegado, por fin, la hora siempre aplazada de la cocinera de Lenin. Aquélla que, según el bolchevique, podría dirigir sin dificultad alguna el Estado en la fase superior del socialismo. No en vano, de acuerdo a su biógrafo oficial, Zapatero le dice a su esposa: no sabes, Sonsoles, cuantos españoles podrían ser presidentes del Gobierno. Así van las cosas.

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