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Daniel Rodríguez Herrera

Internet no nació hace 40 años

No existe libertad de hacer algo, por ejemplo, ser taxista, cuando debes pedirle permiso a papá estado; del mismo modo, fue el 30 de abril de 1995 cuando tuvimos verdadera libertad para conectarnos a internet. Y la aprovechamos.

Durante estos días quizá hayan visto en algunos periódicos y digitales la noticia de que internet había cumplido cuarenta años. El 29 de octubre de 1969 se envió el primer mensaje a través de la red Arpanet, creada como proyecto del Departamento de Defensa de Estados Unidos como una red descentralizada que pudiera resistir errores en varios nodos de la misma. No para resistir un ataque nuclear, como comúnmente se dice, sino porque por entonces los errores eran tan comunes que, o el sistema estaba preparado para lidiar con ellos desde el principio o directamente no funcionaría más que tres minutos al día. Y con suerte.

Más tarde, Arpanet evolucionaría, transformaría su funcionamiento y terminaría convirtiéndose en internet. Así que, técnicamente, podría considerarse que internet nació con el primer mensaje enviado en Arpanet, como lo hizo el teléfono con la famosa llamada de Graham Bell. Pero, curiosamente, no fue Bell quien lo inventó; el mérito corresponde a Antonio Meucci, que construyó uno casi veinte años antes. Pero, en la práctica, la fecha realmente importante en la historia del teléfono es 1876, porque Bell logró lo que nunca pudo conseguir Meucci: que su invento sirviera para algo al comenzar a comercializarlo.

De igual modo, el hito realmente importante en la historia de internet no es 1969 sino el 30 de abril de 1995. Antes de ese momento, las redes de las distintas universidades e instituciones que lograban recibir el permiso para conectarse lo hacían a través del backbone o "columna vertebral" de la NSF, una agencia científica del Gobierno de Estados Unidos. Durante años lo peor que podías hacer en la red era darle un uso comercial, por más casero que fuera; vender tu coche de segunda mano era anatema. Sin embargo, en esa fecha, la infraestructura cambió y se descentralizó; acceder al backbone de la NSF dejó de ser imprescindible y las distintas redes pudieron conectarse a través de los llamados puntos neutros.

Este cambio, en apariencia mínimo, fue sin embargo el nacimiento de internet tal y como lo conocemos: una red mundial a la que todos podemos acceder y en la que podemos compartir recursos de todo tipo. Antes, las empresas que se conectaban debían firmar un acuerdo de uso con la NSF; debían ser autorizadas. Después del 30 de abril de 1995, simplemente debían conectarse con las demás. No existe libertad de hacer algo, por ejemplo, ser taxista, cuando debes pedirle permiso a papá estado; del mismo modo, fue en esa fecha cuando tuvimos verdadera libertad para conectarnos a internet. Y la aprovechamos. A finales de aquel año había 16 millones de internautas. Hoy, catorce años después, se estima que existen 1.669 millones, casi un cuarto de la población mundial.

Sin duda, Arpanet y los demás pioneros –especialmente Tim Berners-Lee, el creador de la web– merecen nuestro respeto y admiración por su trabajo, imprescindible para la existencia de la red de redes. Pero no debemos olvidar que si la red hubiera seguido formando parte del sector público, internet nunca hubiera existido. O sería una red aburridísima a la que sólo podríamos conectarnos desde la universidad, que para el caso es lo mismo.

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