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Cristina Losada

Los altavoces del terror

Se adoptan definiciones menos negativas, más aceptables y benignas. Y, así, el muy honorable principio de preservar la imparcialidad conduce a ser parciales... en beneficio de los terroristas.

La discusión sobre el tratamiento informativo del terrorismo genera grandes dosis de hipocresía. Todo el mundo (serio) está de acuerdo en que los medios no deben de servir de vehículos a la propaganda terrorista. Sin embargo, helos ahí, tantas veces, en el papel de abrecartas y altavoces, y hasta de figurantes –nunca pescados al azar– en la tramoya publicitaria de alguna banda criminal de esa clase. Se ha especulado sobre los motivos por los que ETA entregó su último vídeo a la BBC y, al calor del fuego, se han contado bonitas historias de reporteros. Pero, navaja de Occam mediante, no parece que estemos ante un gran misterio. A través de la BBC pudo colocar su mercancía en las mejores tiendas de la aldea global y hacerlo de la manera que más le favorecía.

En sus primeros despachos, la cadena permitía inferir que ETA anunciaba el abandono de las "acciones armadas" para siempre. Era, como ha escrito Rogelio Alonso, una tergiversación que facilitaba una interpretación benévola de las intenciones de la banda. Será el síndrome de la primicia: a ver quién está dispuesto a quitarle octanos. O –de nuevo Alonso– sucumbió a las imágenes sensacionalistas ofrecidas por los criminales. Luego, como de costumbre, empleaba el tippex clásico: el término "terrorista" está proscrito por su carga emocional y subjetiva. Por tanto, se adoptan definiciones menos negativas, más aceptables y benignas. Y, así, el muy honorable principio de preservar la imparcialidad conduce a ser parciales... en beneficio de los terroristas.

La prensa británica ya nos regaló, en su día, un reportaje sobre De Juana Chaos, foto montaje incluido, que movía a la compasión con el autor de 25 asesinatos: "Esposado y demacrado, un asesino de ETA aboga por la paz en su lecho de muerte". Pero no se achaquen estas prácticas sólo a un desconocimiento de la naturaleza de la banda y a los residuos de viejas sospechas sobre nuestra democracia. Algo de eso hay, pero la complacencia con los terroristas traspasa fronteras. La propia BBC originó algún escándalo por sus accesos de simpatía hacia el IRA. Y en un caso en que el Gobierno pidió la censura de una entrevista, los periodistas hicieron huelga en protesta por la injerencia. Para encontrar las causas del buen trato a los terroristas en la prensa conviene seguir las huellas de la ideología.

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