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Cristina Losada

¡Abajo la hipocresía!

El juicio del Supremo tiene para nuestros protagonistas, entre ellos, el partido del Gobierno vasco, que es el partido del Gobierno de España, el mismo peso que la opinión emitida en la barra del bar por un parroquiano cualquiera. Ninguno, cero, nulo.

Si, como asegura un aforismo de La Rochefoucauld, "la hipocresía es el homenaje que el vicio rinde a la virtud", el teatro político presenta estos días la exhibición del vicio a cara descubierta. Lo hace en una impúdica función que trae como argumento la suerte de unas listas urdidas y copadas por el ilegal brazo político de ETA. Así lo ha visto y así lo ha dictaminado el Tribunal Supremo tras la revisión de las pruebas y el examen de los recursos pertinentes. ¡Tonterías! El juicio del Supremo tiene para nuestros protagonistas, entre ellos, el partido del Gobierno vasco, que es el partido del Gobierno de España, el mismo peso que la opinión emitida en la barra del bar por un parroquiano cualquiera. Ninguno, cero, nulo.

Conocido el dictamen del TS, tanto el presidente vasco como otros connotados socialistas, han insistido en ensalzar a Bildu como una coalición limpia, impecable y ejemplar cual ninguna otra. Están por canonizarla. Repiten que es una alianza de "intachable trayectoria democrática", aunque a López, más cerca de la realidad por ignorancia o por lapsus, se le colara ahí el vocablo "catadura". Habló el Supremo y por completo lo desprecian: como si hablara el último mono. El penúltimo, que el último de la fila es el Constitucional, ante el que la falta de respeto deviene ausencia de pudor. Es notorio y es cierto que sus miembros son designados por los partidos y es sabido que, en las instancias superiores, la autonomía judicial resulta escasa y precaria, pero, hombre, al menos, guarden las formas, finjan un poco, ¡disimulen!

Pues no. Ni el chantajista PNV, ni Zapatero, que se ha aprestado a tranquilizar a su socio, ni el lehendakari López, ni el PSC, se molestan en ocultar que no creen en la independencia de los tribunales y que se ríen de la existencia, aun formal, de la separación de poderes. Sin recato alguno, reclaman que el TC "arregle" el pasaporte electoral de los batasunos o anuncian que emitirá un fallo "agradable", como dijo Eduardo Madina, número dos del PSOE en el Congreso. Llama la atención, pero es un síndrome conocido, que a una víctima de ETA le plazca que sus verdugos accedan a manejar presupuestos e información desde los ayuntamientos. Ahora bien, sea, entonces, coherente: haga gestiones para que el PSE incluya a esos demócratas intachables en sus listas. Libres ya de rendir tributo a la virtud, los socialistas pueden hacer un hueco a los cómplices de quienes atentaron contra ellos. Ya puestos, ninguna hipocresía.

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