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Agapito Maestre

Catarsis y deporte

Este periodista serio, riguroso y emotivo, que defiende su razón con pasión, me enseñó ayer que España es aún un gran país. Podemos salir adelante. Genial.

Después de haber leído la prensa del domingo, todo me inquietaba, estaba desconcertado y buscaba mi lugar, un sitio, para pensar. El desconcierto, el conflicto e incluso el caos nunca me han asustado, excepto cuando lo agitan los bandoleros, los vendepatrias y los ideólogos de la revolución. Da miedo el caos en el que quieren instalarnos los nacionalistas y los socialistas. El desconcierto del "salvajismo ilustrado" siempre es de temer. La mañana del domingo fue un día extraño para este cronista. Opté por dar un paseo y, albricias, resolví mis dudas gracias a un encuentro fortuito, una charla, con un tipo inteligente y de gran finura humana.

Entre la multitud que recorría a esas hora la calle Preciados, oí mi nombre y al momento respondí con un apretón de manos y un abrazo a este tipo singular, culto y trabajador. Es un españolito de toda la vida, es de los de siempre, de esos que tienen un par y, sobre todo, mucha inteligencia sentiente. Inteligencia. Era la primera conversación larga que tenía con él en toda mi vida. Mientras tomábamos un café, hablábamos y hablábamos, curioso, como si lo hiciéramos todos los días. Nos escuchábamos, incluso pensábamos nuestros silencios. Este periodista serio, riguroso y emotivo, que defiende su razón con pasión, me enseñó ayer que España es aún un gran país. Podemos salir adelante. Genial.

Este hombre es uno de los tipos más cultos del periodismo deportivo, que yo haya escuchado jamás; cuando hacia sus crónicas en la COPE, era raro que no citara a un escritor, filósofo o artista; no había crónica de este hombre que no nos enseñara que la civilización no es una mera lucha entre tendencias contrarias, una guerra a muerte por el poder entre enemigos, sino que la posibilidad de la esperanza surge del reconocimiento por el adversario; sí, sí, este periodista que tienen arrinconado los de la COPE es un modelo de razón apasionada. De razón. Es un madridista confeso y yo un atlético sin solución, pero ayer me sacó de mi desconcierto. Parecía un músico que pedía silencio para acabar con el ruido molesto. Con el desconcierto.

Ayer, después de leer la súplica inteligente del ministro de Exteriores de España a Europa, este periodista me dio otra luz. Él no ha caído en las garras de los que creen que la solución viene sólo de los órganos colectivos, llámense Estados o Iglesias, asociaciones o partidos, escuelas o camarillas empresariales; ahora más que nunca es necesario una katharsis, una purificación interior que nos conmueva a reinventarnos. A levantarnos y seguir. Es lo que hace él con su nuevo personaje, delicioso y literario, de madridista irredento en la televisión. Es menester que los españoles, cada uno de nosotros, cambiemos de habitus espiritual. Y, sobre todo, intentemos transformar en nuestro trabajo cotidiano las fuerzas de la historia nacional en potencias individuales. Tenemos que creer en nosotros: el estoicismo vuelve a ser la solución. Hemos de hacer de la necesidad, como nos ha enseñado lo mejor de nuestra histórica común, colectiva, la de España, una gran virtud o, al menos, una manera de seguir luchando. Viviendo con dignidad y sin arrastrarnos por los lodazales que imponen los "cerebros", las "falsas elites", que no tienen columna vertebral.

Este cronista deportivo que me trajo silencio y sosiego, ganas de ser español, escribe un blog en este periódico y se llama Juan Manuel Rodríguez. Escuchar al Padre Mundina en esRadio y hablar con Juanma fueron mis lujos del domingo. 

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