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Cristina Losada

El 'pensamiento Alicia' de la huelga general

A mí me parece más inquietante la huida de la realidad que subyace a estas convocatorias y comparten tantos ciudadanos, participen o no en ellas.

Mientras exista la coacción, no habrá huelga. Será otra cosa: la suma de unos huelguistas voluntarios y del poder de intimidación. Como no es posible discernir cuántos la hacen por convicción y cuántos por temor, no hay huelga de la que merezca hablarse. Por otro lado, todos sabemos que sin coacción no habría huelga general digna de salir en las portadas. Porque lo saben, los grupos de presión que las convocan envían a sus huestes persuasoras. Mensajeros como los que acabo de toparme mientras compraba en una tienda. "Tenéis que cerrar", dice uno. "Por las buenas, que detrás viene un piquete", apostilla otro. Igual es una nueva clase de piquete: el de por las buenas, que avisa de que viene el de por las malas. Y no es farol. Los malos pueden regresar para añadir nuevos rastros de vandalismo a los que ya dejaron como notas de advertencia. Compréndase: de tener los convocantes afiliados, y un poco de urbanidad, no recurrirían a coacciones.

Descontadas pérdidas, costes, molestias y enfrentamientos, a mí me parece más inquietante la huida de la realidad que subyace a estas convocatorias y comparten tantos ciudadanos, participen o no en ellas. Es el pensamiento Alicia aplicado a la economía. En el País de las Maravillas no hay que hacer recortes ni bajar sueldos ni congelar pensiones ni subir impuestos ni quitar subvenciones para bregar con una crisis, larga y compleja, que nos ha hecho más pobres. En ese reino de la fantasía, el Estado puede endeudarse hasta el infinito si le da la gana, y no hay problema en pagar intereses más altos. ¡La prima de riesgo no existe! Como tampoco existen Bruselas, Berlín y Frankfurt. En ese mundo de ensoñación, si los políticos quisieran, el dinero volvería a fluir como antaño, porque crece en los árboles o está en los arcones de los ricos, y basta quitárselo.

En el idílico universo también hay sitio para los malvados. Son los que han provocado la crisis con el pérfido propósito de liquidar el Estado del Bienestar y explotarnos más a gusto. Eso dicen Toxo y Méndez. No dicen cómo, con menos ingresos, se puede mantener tal cual el edificio. Ni reconocen que sólo reformándolo puede conservarse. Claman contra la austeridad y contra Merkel, pero sospecho que sus huelgas no van a convencer a la opinión pública alemana –y otras– de que hay que darnos mucho dinero a cambio de nada. Al contrario. Pensarán que no queremos hacer ninguno de los ajustes y sacrificios que ellos realizaron durante sus propias crisis. Y no bajo la batuta de algún peligroso neoliberal, sino de los socialdemócratas. 

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