Menú
Manuel Llamas

De la 'primavera árabe' al 'invierno económico'

Inflación, desempleo, desabastecimiento e incluso hambre son los cuatro jinetes del apocalipsis de la economía egipcia.

Inflación, desempleo, desabastecimiento e incluso hambre son los cuatro jinetes del apocalipsis de la economía egipcia.

Egipto, el gran paradigma de la primavera árabe, sigue sumido en el caos, no sólo en lo político y social, también en lo económico. Inflación, desempleo, desabastecimiento e incluso hambre son los cuatro jinetes del apocalipsis de la economía egipcia, y el Gobierno de los Hermanos Musulmanes, lejos de solventar dichos problemas, los está agravando con su deficiente gestión. Tanto es así que, hoy por hoy, el futuro económico del país depende, casi exclusivamente, de la concesión de un rescate por parte del Fondo Monetario Internacional (FMI) en las próximas semanas.

Aunque se trata de un dato poco conocido, uno de los factores que contribuyó a alentar las revueltas árabes de 2010 y 2011 fue el intenso encarecimiento que registraron las materias primas, y por ende los alimentos, tras el estallido de la crisis financiera internacional. Las inéditas expansiones monetarias llevadas a cabo por los grandes bancos centrales, en especial la Reserva Federal de EEUU (FED), impulsaron al alza el precio del petróleo y de ciertos alimentos básicos. En la primera mitad de 2011, por ejemplo, el maíz ya se había disparado un 74% interanual, y el trigo un 69%, en el mercado internacional.

En este sentido, es importante tener en cuenta que, si bien en los países ricos el gasto medio que destinan los hogares a alimentación apenas alcanza el 10% de su renta, en países como Marruecos, Argelia, Egipto, Libia, Túnez o Líbano se mueve entre el 35 y el 65%. Así que el encarecimiento de los alimentos afecta sobremanera a la economía familiar. Esta particular crisis alimentaria golpeó con más fuerza a los países árabes, ya que son los mayores importadores netos de cereales del mundo, debido a su escasez de agua y baja producción.

Los factores económicos no explican por sí solos el estallido de la primavera árabe, pero sí han de ser tenidos muy en cuenta para comprender el profundo descontento social con algunos de los regímenes de la zona. Éste es, sin duda, el caso de Egipto. No por casualidad uno de los lemas más repetidos en las manifestaciones de la Plaza Tahrir de El Cairo era "Pan, libertad y justicia social". Sin embargo, a la vista de los datos, la caída de Hosni Mubarak y el auge del radicalismo islámico no se ha traducido, ni mucho menos, en una mejora de las condiciones económicas, más bien al contrario.

Tras dos años de gran inestabilidad política y social, Egipto atraviesa una de las peores crisis económicas de su historia reciente. La escasez de divisas (apenas 13.400 millones de dólares) y alto déficit presupuestario están agotando la capacidad financiera del país para importar dos productos de los que tiene gran dependencia: combustible y trigo.

Aunque las estadísticas oficiales carecen de toda credibilidad, existen al menos dos indicadores fidedignos sobre la dura crisis que atraviesa Egipto. Por un lado, la depreciación de la moneda. Los estrictos controles de capital decretados por el Gobierno no han evitado el derrumbe de la libra egipcia con respecto al dólar estadounidense, lo que ha encarecido aún más la importación de productos básicos.

Por otro lado, si bien resulta difícil estimar con precisión la caída que ha experimentado el turismo tras las revueltas, los últimos datos de actividad económica (PMI) arrojan un panorama desolador, ya que la producción está experimentando una fuerte contracción desde el pasado invierno, pese a registrar un deterioro continuado desde 2011 (un índice inferior a 50 significa recesión).

A ello se suma el mantenimiento de una elevada inflación, que parece no dar tregua a empresas y familias, como consecuencia del encarecimiento de las materias primas y la depreciación monetaria. Egipto importa casi el 70% de los alimentos y del combustible que consume. La situación es tan dramática que el acceso a estos productos tan sólo es posible ya acudiendo al mercado negro.

Sin ayuda externa, el país corre el riesgo de hundirse aún más. Egipto y el FMI esperan llegar a un acuerdo económico en las próximas semanas sobre la concesión de un préstamo próximo a los 4.800 millones de dólares. La mayor parte se destinaría a cubrir el déficit público y a reforzar las reservas de divisa extranjera. A cambio, El Cairo tendría que subir los impuestos y recortar subsidios para tratar de cuadrar sus cuentas públicas. Por el momento, y dado que no se acaba de cerrar el acuerdo, Libia se ha comprometido a suministrar petróleo a Egipto en condiciones ventajosas para tratar de combatir la escasez de combustible que sufre su vecino.

El descontento en las calles no deja de aumentar contra el Ejecutivo de Mohamed Morsi, el cual se enfrenta a un dilema: sin el préstamo del FMI, el país se enfrenta al caos absoluto, pero las duras condiciones que impondrá el organismo internacional también desatará, muy posiblemente, una oleada de protestas en los próximos meses. De lo que no hay duda es de que, en Egipto, la primavera árabe se ha transformado en un duro e impredecible invierno económico.

© elmed.io

Temas

En Internacional

    0
    comentarios