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Pablo Molina

El 'dedo divino' sufre un esguince en Murcia

Un proceso judicial por presunta corrupción amenaza echar por tierra los planes de Rajoy y Valcárcel.

Un proceso judicial por presunta corrupción amenaza echar por tierra los planes de Rajoy y Valcárcel.

El Tribunal Superior de Justicia de Murcia irrumpió este pasado lunes en el proceso de democracia discreta abierto para suceder al presidente autonómico, Ramón Luis Valcárcel, cuya presencia en la candidatura del PP para el Parlamento Europeo es un hecho, a falta de conocer el número que finalmente ocupará en tan exigente listado.

El favorito de Valcárcel, y por tanto de Rajoy, es Pedro Antonio Sánchez, bien conocido en la calle Génova por su participación activa en diversos comités estratégicos, actual consejero murciano de Educación y exalcalde de Puerto Lumbreras, localidad que gobernó entre 2003 y 2013 con un éxito electoral que supera, pásmense, al del propio Válcarcel en el ámbito autonómico. Si el PP triplica en el Parlamento regional el número de diputados del PSOE, en el pueblo de Sánchez multiplica su número por cuatro, lo que permite aventurar que los ciudadanos de la localidad no están, digamos, muy descontentos con el que ha sido su alcalde durante casi una década.

La sucesión estaba cantada, con el elegido mostrando su disposición a realizar ese sacrificio por el partido y todos los murcianos y murcianas y los damnificados intentando enredar con veladas acusaciones de falta de democracia interna, que es lo que siempre se esgrime cuando el desprecio a la opinión de las bases beneficia a otros. En fin, lo normal.

Sin embargo, un proceso judicial por presunta corrupción contra el exalcalde, que había resultado sobreseído en primera instancia, volvió a reabrirse este lunes por el TSJM a petición de la Fiscalía y la acusación particular, impulsada por el PSOE. La culpa la tiene la compra de la residencia del entonces alcalde y ahora precandidato digital, realizada a un promotor beneficiario de un presunto trato de favor, cuyo pago no parece haberse acreditado suficientemente. Estas cosas que pasan. La cuestión ahora es saber qué ocurre con la sucesión del presidente murciano, porque designar a un imputado no parece muy oportuno y, dado que Valcárcel tiene que renunciar a su cargo actual a primeros de abril, tampoco es previsible que haya tiempo suficiente para que la Justicia emita un veredicto definitivo sobre este asunto.

Todo lo cual sitúa al PP murciano ante un nuevo panorama, en el que el rival de Sánchez, el actual portavoz en la Asamblea regional, se ha encontrado con el principal obstáculo para ser señalado por el dedo divino removido por imperativo judicial. Ahora se trata de decidir si se designa al delfín imputado con el argumento de que no hay una sentencia firme, todos somos inocentes hasta que no se demuestre lo contrario, etc., se le fulmina de la carrera sucesoria en beneficio del otro aspirante o surge de la nada un tercer candidato menos levantisco que este último. Valcárcel y Rajoy tendrán que echar mano del instinto político y su sabio manejo de los tiempos respectivamente para evitar que este esguince del dedo divino no desemboque en una fractura del partido. En cualquiera de los casos, el lío está asegurado.

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