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Miguel del Pino

El águila imperial: un símbolo amenazado

Su recuperación en las últimas décadas es una excelente noticia, pero aún es pronto para bajar la guardia.

Su recuperación en las últimas décadas es una excelente noticia, pero aún es pronto para bajar la guardia.

A finales del siglo XX el Águila Imperial, Aquila adalberti, se había convertido en la especie de ave rapaz más amenazada del mundo. Su recuperación en las últimas décadas es una excelente noticia, pero aún es pronto para bajar la guardia en cuanto a medidas de protección se refiere.

Remontándonos al ultimo cuarto del siglo pasado, los seguimientos científicos de esta gran rapaz ofrecían resultados desalentadores: un 87% de los ejemplares marcados en la España Central no llegó a cumplir los tres años de vida por mortalidad asociada al hombre, y la práctica totalidad de los ejemplares nacidos en el Parque Nacional de Doñana solía terminar en los talleres clandestinos de los taxidermistas sevillanos. La especie parecía condenada a la extinción a corto plazo.

No sólo el águila imperial se encontraba sometida a una presión insoportable por parte del hombre; prácticamente todas las especies de rapaces ibéricas, diurnas y nocturnas, así como cualquier ave ibérica más o menos rara o curiosa, podían ver sus nidos expoliados por coleccionistas de huevos o de pollos, que salían de nuestro país transportados en vehículos todo terreno convertidos en incubadoras rodantes.

El coleccionismo era la absurda razón de tales despropósitos.

Veneno, electrocución y furtivismo

La mortalidad por venenos era y sigue siendo la principal amenaza para nuestras rapaces, la Imperial entre ellas. El uso de cebos envenenados se prohibió oficialmente en España a partir del año 1989, pero a pesar de ello los envenenamientos se han seguido produciendo, con picos de aumento espectaculares como los de la segunda mitad de los años 90.

De una muestra de 38 ejemplares radiomarcados en España el 38,4% murió por envenenamiento. Al finalizar el siglo XX el 47,7% de las muertes de águilas imperiales se debía a intoxicación, bien debido a colocación de venenos para control de predadores o al mal uso de plaguicidas agrícolas.

La mortalidad por electrocución es otro de los peligros importantes para las grandes rapaces. Los primeros casos fueron detectados en los años 70 por los prestigiosos ornitólogos Garzón y Hernández, pero fue en la década de los 80, con un impresionante aumento de casos cuando se comprendió la magnitud del problema. Entre 1974 y 1986 se electrocutaron 13 ejemplares en el área de Doñana y entre 1981 y 1994 se registró la muerte de 50 ejemplares en el resto del área de distribución. En los últimos años, las medidas correctoras en los tendidos eléctricos han hecho que la electrocución haya pasado a un segundo plano en cuanto a mortalidad no natural de la especie.

El hombre contra el águila.

Hasta bien entrado el siglo XX, el hombre de campo español consideraba al águila imperial como una enemiga de sus intereses y una competidora en la caza. Se desencadenaba así una constante persecución, en ocasiones subvencionada, tras la que parece milagroso que la especie haya sobrevivido. No hay estadísticas fiables, pero varios cientos de "grandes águilas", concepto que se reparte entre la Imperial y la Real, fueron abatidas por disparos y así consta de manera oficial. En la actualidad es verdaderamente raro que alguien dispare contra una gran rapaz, digámoslo en honor de los verdaderos cazadores.

Así son y así viven las Imperiales.

Una vez repasadas las principales amenazas que acechan a nuestras águilas imperiales, vamos a recrearnos en la imponente belleza de esta especie. Se trata de una gran rapaz forestal ligada al monte mediterráneo. La principal diferencia con su próximo pariente el águila real son las zonas blancas de los hombros que se distinguen perfectamente en pleno vuelo. Su presa principal es el conejo, hasta el punto de que las épocas de descenso de esta especie, debido a las frecuentes epidemias víricas que ha tenido que soportar, implican periodos de dificultad extrema para la supervivencia y la reproducción de las águilas imperiales.

Se trata de una rapaz de gran tamaño, sedentaria y muy territorial. Su tasa de reproducción es de 1'25 pollos por pareja y año, y una edad de primera reproducción de 3 a 4 años. Son datos que resumen una baja capacidad propia de quienes apenas tienen enemigos. Al surgir el hombre como tal, la especie no se ve capacitada para reponer las pérdidas que le infringen nuestras agresiones.

El periodo de reproducción abarca unos ocho meses. A finales de enero se inician las cópulas, precedidas de espectaculares vuelos nupciales. A últimos de febrero tienen lugar las primeras puestas, y de aquí hasta abril se desarrolla el tiempo de postura. El periodo de incubación dura 44 días y el rango de la puesta por término medio es de 2'47 huevos por nido.

Cuando nace más de un pollo por nido en ocasiones se observa el fenómeno del cainismo, consistente en que el más desarrollado expulsa al otro o bien lo debilita hasta la muerte. Este comportamiento fraticida no se produce cuando el alimento es abundante.

Como ya sabemos su presa básica es el conejo, que constituye en algunas zonas de su hábitat hasta el 70% de su dieta. Los jóvenes, una vez independizados de sus padres abandonan el territorio donde han nacido y realizan vuelos de dispersión que no suelen superar los 50 kilómetros, aunque se han dado casos de establecerse a casi 300 kilómetros del nido en que nacieron.

Durante estos viajes de dispersión los jóvenes son especialmente vulnerables ante las amenzazas que antes describíamos.

Desde mediados del siglo XIX en que comienzan los estudios científicos fiables, hasta comienzos del XX, el área de distribución de las águilas imperiales ibéricas abarcaba toda la península con excepción de la Cornisa Cantábrica, Pirineos y Cataluña. A comienzos del siglo XX la especie entró en un periodo de regresión por presión humana que limitó notablemente su espacio, especialmente en los bordes del mismo. En la actualidad hay nueve zonas de cría y mantenimiento en relativa tranquilidad.

En lo que lleva transcurrido de Siglo XXI, el constante seguimiento científico y las numerosas medidas de conservación, como la prohibición del uso de venenenos, las medidas correctoras en los trazados eléctricos, y sobre todo, la mentalización y toma de conciencia por parte de las poblaciones humanas que conviven con el águila imperial, están permitiendo la lenta recuperación de la especie. Sigamos trabajando en ella.

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