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Pablo Planas

Contubernios, conjuras y el 'euro latino'

Lo de Monedero y el 'euro latino' no es un contubernio para replicar al sistema monetario internacional, sino la leyenda de El Dorado hecha realidad.

Existe más de un contubernio. De hecho, los contubernios están de moda. ¿Y qué es un contubernio? Según la RAE, habitación con otra persona, cohabitación ilícita y, figuradamente, alianza o liga vituperable. Conciliábulos vituperables o no, hay dos fases en la historia contemporánea de la palabra contubernio. En 1962, el contubernio de Múnich causó entre sus 118 participantes una epidemia de destierros, ceses y multas administrativas. Allí había de todo, menos comunistas. El periodista (y académico) Luis María Anson no estaba, pero ayudó a recoger fondos en favor de los represaliados del régimen. En cuanto al judeomasónico, Franco hablaba en realidad de "conjura", pero se le atribuía el uso de contubernio para ridiculizar al dictador.

Años después de Múnich, haber participado en aquel contubernio era motivo de orgullo. Para la historia, el resumen es que las oposiciones interior y exterior al franquismo sentaron las bases de la democracia y pusieron fin a la Guerra Civil, que fue lo que dijo Salvador de Madariaga para cerrar aquellas sesiones del IV Congreso del Movimiento Europeo. De entonces acá, el término contubernio se ha usado más bien poco; la guerra no ha terminado, según Garzón y la izquierda, y España no es una democracia según los nacionalistas y Podemos.

La recuperación de la palabra viene a colación de los comentarios suscitados por el encuentro discreto entre dos generales, un fiscal, cuatro políticos, uno de ellos consejero de la Generalidad, y un número aún por determinar de empresarios en un pub de Barcelona. La prensa digital se refiere al particular como "contubernio" y "reunión secreta", aunque en algunos de los comentarios a las informaciones relativas al caso Kitty's se alude a la obra de teatro de Francis Veber Le dîner des cons (La cena de los idiotas), lo que demuestra que los lectores tienen más ingenio y menos que perder que los periodistas metomentodo. No habían pasado ni cinco días de la singular cita a ciegas y ya se había filtrado la velada.

Es obvio que al menos tres de los diez o doce negritos han quedado retratados y que la libre disposición de su tiempo extralaboral es la única explicación plausible de ciertos comensales; el mismo alegato, por cierto, del juez Santiago Vidal ante el CGPJ para redactar la constitución de Cataluña, que lo hace a ratos y fuera del juzgado.

De este contubernio en Barcelona, que es un concepto claramente menos lesivo que el argumento de Veber, (en el que un grupo de empresarios invita cada miéroles a un tipo estrafalario del que todos puedan hacer befa y mofa), hemos pasado a dos o tres contubernios más, lo que sin duda salva la palabra del olvido, la revitaliza y la relativiza. La reunión entre Pablo Iglesias, Zapatero y Errejón en el domicilio de Bono (el expolítico) antes de la Navidad se ha encajado casi peor en Ferraz que la mantenida entre Felipe González, algunos barones territoriales del partido y Susana Díaz para descalabrar a Sánchez, pero en ambos casos se habla de contubernio, así como de conjura y rebelión.

En cambio, lo de Monedero y el euro latino no es un contubernio para replicar al sistema monetario internacional, sino la leyenda de El Dorado hecha realidad. Es lo que tiene la asesoría internacional, que pagan muy bien (425.000 euros), en dos tacadas y no se cotiza IVA si los consejos son extracomunitarios. Las explicaciones de Monedero, entre el jet lag y la jet set, están a la altura de la expectación que causó su presencia en casa de Carmen Lomana, otro contubernio y otra vez el fantasma de la cena (merienda) de los idiotas.

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