El recién aplazado juicio a la dirección y a decenas de miembros del partido neonazi de Grecia, acusados de dirigir y pertenecer a una banda criminal, es un juicio que tiene interés no sólo por sí mismo, también por una retorcida razón: de creer a muchos comentaristas y a no pocos políticos, esos individuos violentos y malencarados a los que van a procesar pueden llegar a formar el próximo gobierno griego si fracasa el de izquierdas que lidera Alexis Tsipras.
Desde que Syriza ganó las elecciones de enero, esa es la alarma que suena periódicamente. Atención, Bruselas y Berlín, Berlín y Bruselas, viene a decir el mensaje, porque si no dais margen de maniobra a los buenos de Tsipras y Varoufakis y no aflojáis la soga con la que habéis rodeado el cuello de los griegos, lo que tendréis es un gobierno nazi en Atenas. Y tendréis la infame mancha de haber provocado que, por primera vez en Europa, en el seno mismo de la UE democrática, lleguen al poder unos nazis.
Seguramente ése era el sombrío horizonte que quiso proyectar el ministro de Finanzas griego cuando en su primera entrevista con su homólogo alemán, Schäuble, se refirió al partido nazi de su país para pedir la solidaridad de los alemanes. Y, probablemente, tanto Varoufakis como los que dicen que un fracaso de Syriza conducirá a la victoria de Amanecer Dorado quieren evocar el célebre texto que John Maynard Keynes redactó en 1919 contra las condiciones que las potencias vencedoras impusieron a la derrotada Alemania después de la Primera Guerra Mundial, Las consecuencias económicas de la paz.
Si fuera así, si esa fuera la analogía que se quiere poner en juego, y yo pienso que lo es, conviene recordar que no ha habido ninguna guerra en la que Grecia saliera derrotada. No ha habido una guerra ni siquiera en sentido metafórico, que es el más resbaladizo de los sentidos, por mucho que se hable de los rescates a Grecia como se hablaría de las leoninas condiciones impuestas por unos vencedores a unos vencidos, de auténticas actas de rendición que humillan y al tiempo destruyen a un pobre país. Es más, y esta es otra obviedad que las metáforas rehúyen, Grecia no está forzada a permanecer en el euro. Sólo que si está no puede acogerse únicamente a las ventajas. La pertenencia entraña obligaciones.
Luego están los datos. Los matones de Amanecer Dorado obtuvieron un 6,3% del voto en enero. Tres años antes habían tenido un 6,9 % y un 7%. El resultado en las últimas elecciones los ascendió a tercer partido, como se subraya siempre, pero el segundo (Nueva Democracia) tuvo un 27,8% y el primero (Syriza) un 36,3%. Hay distancia. ¿Van a migrar parte de los votantes de derecha, centro o izquierda al partido nazi? Lo veo francamente improbable. Pero lo más improbable es que haya tomado fuerza un partido nazi en Grecia sólo por obra y gracia del duro ajuste que han tenido que hacer los últimos gobiernos griegos. Nada parecido ocurrió en otros países rescatados y ajustados con similar dureza, como Portugal o Irlanda. Claro que en ninguno de esos dos países imperó, en medio de lo más crudo de la cruda crisis, un discurso político nacionalista y victimista por ende.
En Grecia, los partidos que gobernaron durante la crisis no aceptaron la responsabilidad del rescate ni del ajuste: la cargaron sobre las espaldas de la UE. Eran "imposiciones de fuera", era un diktat que no quedaba más remedio que cumplir. Y la principal fuerza de oposición, que era Syriza, combatió el ajuste con las mismas armas: era una imposición y una humillación. Cómo extrañarse de que despegara, en ese contexto, un partido nazi, antes que nada nacionalista, un partido que tiene por lema "Grecia para los griegos". Y ahora quieren cargar a la UE con otra responsabilidad: o le da a Syriza lo que pide o ganarán los del Amanecer. Vaya tropa.