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José María Marco

Alepo. Final de partida

Todas y cada una de las líneas rojas de Obama han sido abandonadas.

Todas y cada una de las líneas rojas de Obama han sido abandonadas.
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Alepo fue la capital económica de Siria, la ciudad más poblada del país y también una de las ciudades más antiguas de la región, con un patrimonio del que no queda prácticamente nada. Desde que estalló la guerra civil, ha sido el escenario de enfrentamientos entre las fuerzas del régimen y las de la oposición, que han controlado a medias la ciudad y se replegaron ahí tras la pérdida de Homs. De hecho, fue la inesperada resistencia de los rebeldes en Alepo, hace un año –con las consiguientes derrotas de las fuerzas gubernamentales–, lo que provocó la intervención de Rusia en el conflicto. En conjunción con las fuerzas iraníes, se trataba de salvar el régimen de Bashar al Asad. El objetivo, al menos por el momento, parece cumplido.

Víctima colateral de la ofensiva sirio-ruso-iraní ha sido la suspensión de las conversaciones de Ginebra, aplazadas para dentro de veinte días antes incluso de empezar. La desbandada de Ginebra es paralela a la mucho más dramática de la población civil que intenta huir de la ratonera en la que se va a convertir Alepo cuando los rusos logren cortar la estrecha ruta que une los barrios ocupados por los rebeldes con Turquía y los militares chiitas avancen y encierren la ciudad.

La toma de Alepo será una victoria decisiva para el régimen de Bashar al Asad, para las ambiciones estratégicas de Irán en la región y para los rusos, que ven cómo una apuesta arriesgada sale adelante y les permite tomar la iniciativa y avanzar posiciones en Oriente Medio: ante los jordanos, a los que se ha invitado a reducir su apoyo a los rebeldes del sur, la alianza no islamista que resiste contra Asad; ante Turquía, con las represalias tras el derribo de un avión ruso, e incluso ante Israel, al que han dado seguridades acerca del respeto de sus intereses en el sur de Siria.

Aparte de otras consecuencias perversas, como el echar a los rebeldes en brazos del ISIS o de Al Nusra, la filial de Al Qaeda en la región, la más inmediata es la crisis humanitaria que se cierne sobre Turquía, con la nueva llegada de decenas de miles de sirios a un país ya sobrecargado de población refugiada. Ahora mismo se calcula en 35.000 las personas que se agolpan en la frontera de Turquía, en condiciones penosas, a la espera de que se les deje entrar. Muchos análisis apuntan a que la estrategia del régimen sirio pasa precisamente por provocar oleadas de refugiados: se limpia la zona y se bloquea cualquier respuesta por parte de los países europeos.

La firma del acuerdo con Irán proporcionó nuevas energías a los partidarios de una solución negociada en Siria, en particular a Estados Unidos, que ha reducido la ayuda a los rebeldes en el sur del país, y al norte. Y mientras Estados Unidos afloja los esfuerzos y cumple el objetivo de bombardear exclusivamente objetivos del ISIS, los bombardeos rusos van dirigidos muy mayoritariamente (entre dos tercios y un 85%) contra las fuerzas no islamistas. Así se refuerza el ejército sirio y se consolida la percepción de que Estados Unidos (de las democracias europeas nadie espera nada en este punto) ha abandonado a los rebeldes. Todas y cada una de las líneas rojas de Obama han sido abandonadas.

El único recurso que les queda a los regímenes democráticos es el dinero, y la conferencia de donantes reunida en Londres desde el pasado jueves ha prometido ingentes cantidades… para, entre otras cosas, tratar de evitar que con la llegada de la primavera empiecen otra vez las oleadas de refugiados hacia los países de la Unión Europea. Para los refugiados de Alepo será tarde, y entre tanto la tragedia de la ciudad, que viene después de la batalla de Homs y los asedios de Kobani y diversos barrios de ciudades sirias, habrá transcurrido sin que la opinión occidental se haya visto demasiado sobresaltada por lo ocurrido.

© Revista El Medio

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