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EDITORIAL

El peor relevo del nefasto Cándido Méndez

Méndez no sólo entrega el testigo sin exigir reformasde calado, sino que lo hace a un personaje valedor de las tesis del separatismo catalán.

El cuadragésimo segundo congreso federal de la Unión General de Trabajadores ha elegido al nuevo secretario general del sindicato socialista, que sustituirá al veterano Cándido Méndez en el cargo. Josep María Álvarez ha sido proclamado nuevo secretario general, si bien por un estrecho margen al obtener sólo el 51,1 % de los votos posibles, únicamente 17 por encima de su rival, Miguel Ángel Cilleros.

Álvarez proviene de la UGT de Cataluña, donde ha desempeñado importantes responsabilidades en la poderos federación del metal. Su origen asturiano no le ha impedido comportarse como un dócil partidario de las tesis nacionalistas, con su conocido apoyo al llamado "derecho a decidir". Desde esa perspectiva, el nuevo secretario general del sindicato español es un personaje involucrado de lleno en una operación política que, sin duda, ejercerá una decisiva impronta en la acción de su organización, dentro y fuera de Cataluña.

Cándido Méndez, que ha convivido durante el ejercicio de su cargo con tres papas, dos reyes de España y cuatro presidentes del Gobierno, deja a la UGT inmersa en la mayor oleada de corrupción que jamás ha asolado a un sindicato europeo. El latrocinio pavoroso de los fondos públicos en Andalucía no tiene parangón en ningún otro tiempo y lugar, a pesar de lo cual, el máximo dirigente del sindicato abandona con toda normalidad su cargo después de haber pasado nada menos que 22 años al frente del aparato.

Su legado no puede ser más desastroso, como acreditan los cientos de casos de fraude detectados en su organización y el descenso más que notable en el número de afiliados. Pero el problema de fondo de la UGT, como de la de cualquier sindicato "de clase" bien entrado el Siglo XXI, no es la incapacidad de sus dirigentes, sino su misma estructura de funcionamiento, que convierte a estas corporaciones sindicales en maquinarias depredadoras de fondos públicos, en lugar de eficaces defensoras de los verdaderos intereses de los trabajadores.

En el caso de la UGT, Méndez no sólo entrega el testigo sin exigir ninguna reforma de calado en su organización, sino que lo hace a un personaje valedor de las tesis del nacionalismo catalán y su entramado delictivo, convertidos en los principales enemigos de los trabajadores a uno y otro lado del Ebro.

El paso de Méndez por la UGT está lleno de ignominia a causa de la monstruosa corrupción que han generado esas siglas bajo su mandato. Su relevo, procedente de los círculos sindicales partidarios del nacionalismo, es muy capaz de empeorarlo.

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