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EDITORIAL

El autoritarismo cursi e implacable de Pablo Iglesias

Iglesias, con o sin “brillo en los ojos”, está dispuesto a atajar toda disidencia 'manu militari' y sin el menor ejercicio de democracia interna.

La cursilería y el autoritarismo no tienen por qué ser incompatibles. Buena y reciente prueba de ello nos la ofrece la sensiblera y repipi carta que Pablo Iglesias ha dirigido a los círculos y a los militantes de Podemos al tiempo que decapitaba políticamente a quien ha sido nada menos que secretario de Organización de su partido, Sergio Pascual.

Aunque en su misiva "Defender la belleza" Iglesias asegure que sus "adversarios" y los "defensores del statu quo no soportan que nuestras sonrisas, nuestros besos y nuestros abrazos sean de verdad", la única verdad constatable es el implacable golpe de mano del dirigente comunista contra quien ha sido el hombre de la máxima confianza de Íñigo Errejón, en una decisión sin precedentes en la corta vida del partido. Lo que es un hecho también son las diez dimisiones que se produjeron hace escasamente una semana en la dirección de la formación en Madrid, y que demuestran que la crisis interna de Podemos, lejos de ser un invento de sus adversarios, ha sido y sigue siendo una innegable realidad que ya les está pasando factura en algunos sondeos electorales.

Iglesias, con o sin "brillo en los ojos", está dispuesto a atajar toda disidencia manu militari y sin el menor ejercicio de democracia interna. Por mucho que se presente como un "compañero" más, en una formación pretendidamente ordenada "de abajo arriba", lo cierto es que este comunista con ínfulas de Gran Timonel se ha asegurado, por medio de un puñetazo de autoridad, el control orgánico del partido.

Cuando Iglesias asegura que en Podemos "no hay ni deberá haber corrientes ni facciones que compitan por el control de los aparatos y los recursos", queda la duda de si pretende negar con ello una realidad o instaurarla. El caso es que esas corrientes y esas disputas se dan en el seno de Podemos como en cualquier otro partido, y las seguirá habiendo salvo que Iglesias tenga una consideración de lo que es un partido político muy similar a la de Mao, Stalin o Carrillo y la Pasionaria en sus más siniestros tiempos. Aunque no tengan la naturaleza criminal que tenían las purgas de aquellos dirigentes comunistas, las de Iglesias también están dirigidas a apabullar a los disidentes y tomar el control absoluto del partido.

Está por ver si ese ropaje populista y cursi con el que Iglesias viste sus pulsiones totalitarias le sirve para ganar respaldo en las urnas.

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