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EDITORIAL

Si Alberto Garzón tuviera vergüenza

Por más que lo intentan, ni Garzón ni sus conmilitones pueden cambiar la realidad: Lepoldo López es un demócrata perseguido por un régimen totalitario.

El comunista Alberto Garzón aprovechó este pasado domingo su entrevista en el órgano televisivo de la extrema izquierda para arremeter contra Leopoldo López, el líder opositor condenado a 13 años de cárcel por el régimen chavista de Venezuela. Según el máximo dirigente de lo que queda de IU, López estaría en la cárcel en cualquier otro país por "fomentar golpes de Estado", acusación tan genérica como falsa que el chavismo utiliza para desprestigiar a los que se atreven a oponerse a sus dictados.

Las palabras de Garzón suponen una escalada en las fechorías habituales del entorno podemita contra los adversarios de regímenes como el de Maduro. Los dirigentes de la extrema izquierda española no es ya que renuncien a condenar la prisión injusta de un demócrata; es que celebran abiertamente su encarcelamiento.

Sin embargo, por más que se arrastren por el fango a los pies de sus tiranos de cabecera, ni Garzón ni sus conmilitones pueden cambiar la realidad. Lepoldo López es un demócrata perseguido por un régimen totalitario, tal y como han declarado oficialmente instituciones internacionales como la ONU y la Unión Europea, y organizaciones en defensa de los derechos humanos como Human Rights Watch o Amnistía Internacional.

Ante el peligro de que López aglutinara a las principales fuerzas opositoras y las llevara a una contundente victoria electoral, el chavismo urdió una trama para acusarlo. El proceso estuvo lleno de irregularidades y sembrado de pruebas falsas, como confesó el fiscal del caso en cuanto pudo huir del infierno chavista. Pero los dirigentes ultraizquierdistas carecen de altura moral y la honradez intelectual imprescindibles para actuar como los demócratas que, desde luego, no son.

Como buen palafrenero de los regímenes más infectos, Alberto Garzón ha hecho gala de esa bajeza moral tan común entre la izquierda extrema española. Ni él ni sus amigachos bolivarianos, con los que ha forjado una reciente alianza, tienen categoría para emitir una opinión sobre Leopoldo López que pueda tenerse en cuenta. Su rabia, tan llamativa como estéril, les hace insultar a López y a celebrar su encarcelamiento. Es fácil imaginar el destino que espera a los que, aquí en España, se atrevan a discrepar de sus mandatos en caso de que semejante rehala totalitaria llegue al poder.

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