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Federico Jiménez Losantos

El sueño de Mariano

Si a Rajoy se le considera un vago de siete suelas no es porque creamos que no trabaja sino porque sabemos que hace todo lo posible para no hacerlo.

Los sueños, según Freud, suelen ser una manifestación de deseos inconfesables y terrores inconfesados. Todas las civilizaciones antiguas vieron en los sueños algo más que sueños, por eso dieron a su estudio e interpretación categoría de saber real, aunque sujeto a adivinación. En su monumental trilogía La interpretación de los sueños, Freud reúne al modo de un antropólogo de lo oculto la compleja simbología que encierra lo soñado en lo referente a sexo, muerte, dinero, odio y amor. Una suerte de idioma universal que para el deísmo egipcio, el politeísmo romano y los monoteísmos judío, cristiano e islámico, amén del budismo y el hinduismo, siempre significa algo, aunque haga falta talento para entender el qué.

Lo que ahora sabemos de los sueños es que suelen ser muy breves y que casi todos los que recordamos son modos de defensa del sueño para no abandonarlo. No hay soldado que no haya soñado que una sirena anuncia bombardeo cuando lo que suena es el desagradable timbre del despertador. En general, cuantos más problemas nos aguardan en el día que llega, más nos aferramos al sueño para demorar o conjurar la tarea que nos espera.

Si a Rajoy, con la única y poco creíble excepción de Marhuenda, se le considera un vago de siete suelas no es porque creamos que no trabaja sino porque sabemos que hace todo lo posible para no hacerlo. Berlanga decía que él tenía que trabajar muchísimo para vaguear lo que le pedía el cuerpo. No ha habido presidente del Gobierno, ni siquiera Zapatero, que haya diferido, aplazado, camuflado o eludido de forma tan sistemática la ejecución de sus responsabilidades. Nunca un Poder Ejecutivo, o sea, un Gobierno, se ha mostrado tan poco dispuesto a ejecutar, es decir, a asegurar el cumplimiento de la Ley. Y nada lo ejemplifica mejor que su actitud ante el Golpe de Estado de la Generalidad de Cataluña, que se niega a combatir.

El deseo de ir a Elecciones y la necesidad de ocultarlo

Pero su situación actual es particularmente compleja. Él desea ir a nuevas elecciones el 18D, pero no puede expresar públicamente su deseo. Por eso cada mañana, cuando suene el timbre y para defender su amada situación horizontal, Mariano imagina la forma en que ese deseo puede concretarse sin necesidad de exponerlo al desnudo o de desnudarse ante los demás. Por supuesto, sabe que lo que le espera es una sesión de investidura a cara de perro, así que su imaginación debe emplearse a fondo para que el resultado sea alcanzar lo que quiere, que es ir a las urnas en Navidad, sin que parezca que es él, sino otro, el que nos lleva.

Naturalmente, el objeto de su inconfesado pero vehemente deseo es que el PSOE no se abstenga, y que la esperpéntica defenestración de Pedronono jamás se traduzca en no-pero-sí, sí-pero-no-del-todo o sí-y-no. Lo que sueña Mariano mientras trata de retrasar unos segundos –que es lo que dura ese último sueño- es que el PSOE finalmente le dice no, o le dice sí de tal modo que ante la opinión pública él pueda decir: señorías, así, no.

La venganza de Pedro Sánchez

Y como después de tantos años creo adivinar por donde deambula el soñoliento deambular marianil, el sueño de la investidura fallida empezaría por un plúmbeo discurso como el de la pasada, apenas interrumpido por los bostezos de los diputados, salvo Ana Pastor, que se soldaría la mandíbula. A continuación, llegaría el discurso del representante del PSOE, que puede ser Equis. El portavoz sociata enumeraría todas las razones para votar No, explicando luego cómo las necesidades del país, o sea, España, llevan a su partido a una abstención técnica para facilitar la investidura, siempre que se vea que se trata de evitar unas terceras elecciones pero nunca de dar un cheque en blanco a un político que hace tiempo que se quedó sin fondos,

Hasta ahí, bien. Pero llegará el turno de Pablenin. Y tras evocar a todos los fusilados por los Reyes Católicos, aunque entonces no hubiera fusiles, y achacar al franquismo el Cambio Climático, terminará aullando al revés –signo satánico- el célebre dicho de la Bruja Avería: "¡Muera el Mal, /muera el Capital!", añadiendo "¡Y que diga Sánchez / si le parece mal!"

Entonces, por alusiones, se levanta Pedro Sánchez, y con esa voz suya de tonel vacío, tronitonará que, efectivamente, el PSOE tiene que votar no y no y solamente no y mil veces no y archirequetenó a Rajoy. Y pedirá a Susana Sumelzo, si en su noble conciencia baturra, cabe votar otra cosa que no sea no, y ella dirá que no, y emplazará a Oscar Luena a decir si le parece razonable que el PSOE pueda abstenerse, y por alusiones hablará Luena, y dirá que nones, y este apelará a la conciencia de Meritxell, y qué va a decir Meritxell sino que no es no y que en catalán es que mai es mai.

Ese será el momento en que los podemitas, los separatistas y los pedristas se podrán a gritar "¡Fuera, fuera!". El pandemónium en la Cámara será indescriptible. Y cuando Ana Pastor, tras suspender la bronca o sesión, la reanude y le dé la palabra al candidato a la Presidencia del Gobierno, Rajoy dirá que, aunque le duela, no puede gobernar teniendo enfrente a esa jauría. Y que espera que las urnas coloquen el 18D a cada uno donde se merece. Y al PSOE a meditar si un partido así puede aspirar a otra cosa que la irrelevancia. En medio de un follón monumental, con gritos de "¡Fuera, fuera!" de unos contra otros, se levantará la sesión, habrá elecciones, se celebrarán y…

…y Mariano, acariciando una botella de Anís del Mono, la de los villancicos, convertida en Anís del Voto, que se llevó a la cama la noche anterior con tenedor y todo, se despertará.

Pero pensará que, a veces, los sueños se cumplen.

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