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Antonio Robles

El verdadero hecho diferencial de Cataluña

De un plumazo se han cargado la separación de poderes para fundar un Estado totalitario en nombre de la ansiada independencia.

Si hay un hecho diferencial en Cataluña es el de que se haya logrado que, mientras todos los proyectos europeos basados en el supremacismo nacionalista son rechazados como ultraderechistas, el supremacismo catalán pase por democrático. Mientras tales proyectos son vistos como xenófobos y enemigos de la democracia, en toda Europa los Gobiernos y los Estados son considerados como la garantía de ella. No ocurre así en España. Buena parte de la opinión publicada dentro de Cataluña y transmitida fuera por los secesionistas considera que España es un Estado opresor. Como cómplices necesarios, Podemos y oportunistas sin escrúpulos como Ada Colau repiten la infamia, mientras no dicen ni palabra de la coz a la separación de poderes, de la falsa doble legalidad, del adoctrinamiento escolar, de la desobediencia a las propias normas de su Parlamento, a su Estatuto y a la Constitución que legitima su existencia.

Si tenemos en cuenta que la guerra que se está librando entre nacionalistas y demócratas se juega en la percepción mediática, de momento, la van ganando los impostores.

Esta anomalía refuerza el hecho diferencial, y también lo explica. Los diferentes Gobiernos españoles nunca han reparado en la fuerza subversiva del relato mediático interesado. Los nacionalistas catalanes son verdaderos maestros de él. Llevan 40 años disimulando, ocultando bajo estética democrática lo que es puro supremacismo.

Desmontar el engaño no es fácil, porque está muy arraigado en las emociones colectivas de varias generaciones y porque las características de peso del supremacismo catalanista respecto al de la ultraderecha europea están camufladas en las formas.

Veamos. Los movimientos xenófobos europeos se caracterizan por su islamofobia, por su euroescepticismo, su nacionalismo y su parafernalia paramilitar. Sin embargo, el nacionalismo catalán no es islamófobo, al contrario, subvenciona las actividades y asociaciones islámicas con el objetivo de atraerlos a su causa. Necesitan demografía electoral para lograr la mayoría sociológica. Por lo mismo, rechazan la inmigración hispanoamericana porque habla español y es difícil de asimilar. Aparentemente, no parecen tan xenófobos como los grupos islamófobos europeos. Falsa apreciación, la islamofobia europea es hispanofobia en Cataluña. Idéntico rechazo, solo que aquí es contra los españoles y su lengua común. Tampoco son euroescépticos, al menos no todos. La CUP está contra la UE y contra el euro. Radicalmente. Mientras que la derecha indepe se considera europea porque sus intereses económicos están ligados al mercado único europeo. Aunque esto último es circunstancial. Si Europa sigue siendo una frontera infranqueable para sus aspiraciones secesionistas, acabarán rechazándola como rechazan ahora a España. Como nacionalistas, son igual o más supremacistas que los peores movimientos de ultraderecha europeos. Con un radicalismo añadido, quieren su propio Estado y están demostrando que no dudan en pisotear la democracia para conseguirlo. Finalmente, donde aparentemente se diferencian más es en las formas: el nacionalismo catalán huye de la parafernalia paramilitar como alma que lleva el diablo. Han vivido de satanizar al franquismo y de deshacerse de cualquier adversario tachándolo de facha, sea el comunista Anguita, el escritor Antonio Gala, Boadella o Serrat. Pero por debajo de esa instrumentación interesada de la no violencia emerge su totalitarismo con la exclusión lingüística, la identidad étnica, el desprecio a la Constitución española, a las mayorías cualificadas, o la construcción nacional de corte totalitario. Es difícil encontrar una expresión más totalitaria del Estado que la que han dejado por escrito en la Ley de Transitoriedad a la república catalana. "Ninguna de las decisiones de la Asamblea constituyente, en ejercicio del poder constituyente, serán susceptibles de control, suspensión o impugnación por ningún otro poder, juzgado o tribunal" (art. 88.2).

De un plumazo se han cargado la separación de poderes para fundar un Estado totalitario en nombre de la ansiada independencia.

Todo su poder reside en el simulacro. Es esencial que Europa entera repare en la similitud entre la identidad totalitaria del nacionalismo catalán y cualquier movimiento totalitario de la ultraderecha europea. Es la asignatura pendiente para romper la seducción que ejercen sobre lo mejor de nuestra juventud catalana. Y liberarnos del mal.

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