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Fray Josepho y Monsieur de Sans-Foy

((Los indepes sufren))

¿No debemos quererlos? ¿No debemos consolarlos?

¿No debemos quererlos? ¿No debemos consolarlos?
EFE

Los independentistas sufren. Lo pasan mal. Estas buenas gentes, a las que hemos dejado salirse con la suya durante tantos años, se han topado de pronto con la amarga realidad... y eso duele. No seríamos buenas personas si su dolor nos fuese ajeno. Viendo el torrente que sale de sus lagrimales y el cabreo que agita a sus mesnadas, ¿no debemos quererlos? ¿No debemos consolarlos?

Nuestros poetas son de esa opinión: Sans-Foy ha escogido a la doliente Carme Forcadell, a la que sólo falta un copete para asomar a la ventana de una torre cual princesa de cuento cercada por un dragón. Fray Josepho, por su parte, cree que debemos optar por una solución global, de mucho más calado amoroso.

Lean, lean.

A MANDAR
por Monsieur de Sans-Foy

Doña Carme: ya le hecho las croquetas.
Si mira en la nevera, le he hecho un flan.
Ya ve, qué bien servimos los poetas
al independentismo catalán.

Por cierto: le he planchado las chaquetas.
Conozco mis labores de edecán.
Detesto las estéticas paletas
de tipos como Iglesias y Rufián.

Junqueras, ni siquiera tiene un pase.
Usted sí que es finísima y con clase,
altiva y con espíritu patricio.

A usted la serviría sin salario...
¡Qué mal que el reglamento carcelario
no tenga habitaciones de servicio!

LA SEMILLA INDEPENDENTISTA
por Fray Josepho

¿Por qué los oprimimos, a los separatistas?
¿Por qué? Si usted lo sabe, respóndame, Mesié.
¿Por qué los sometemos a expolios y conquistas?
¿Por qué los maltratamos? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?

¿Por qué, si deberíamos quererlos con locura?
¿Por qué, cuando tendríamos que darles nuestro amor?
¿Por qué no les mostramos simpática dulzura,
benévola ternura, pacífico candor?

¿Por qué, cuando son seres, de largo, superiores?
¿Por qué, si son más listos, y guapos a rabiar?
¿Por qué, si hace milenios que somos sus deudores?
¿Por qué nos empeñamos en no querer amar?

Las voces de la envidia y el odio nos confunden.
No oigamos las llamadas de la animadversión.
Cedamos nuestras hembras para que las fecunden
indepes catalanes. Tal es la solución.

Mandemos, españoles, allí a nuestras esposas,
mandemos nuestras hijas en AVE o en avión.
Dejemos que las preñen y vuelvan jubilosas
trayendo la semilla de aquella gran nación.

En España

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