
La extrema izquierda posmoderna ha inventado uno de los conceptos más ridículos, abyectos y casposos de los últimos tiempos: apropiación cultural; una versión del esencialismo nacionalista, etnicista y racista made in Johann Gottfried Herder que considera a las culturas compartimentos estancos y excluyentes. Se trata de denunciar la adopción de elementos culturales que se han originado en otra cultura. Por ejemplo, pobre de ti si en Estados Unidos, el origen de estas modas ideológicas torticeras, te disfrazas de indio apache (salvo que seas nativo americano apache, claro está).
La última víctima de este subgrupo del catetismo multicultural ha sido la cantante Rosalía por un videoclip en el que supuestamente roba a las culturas andaluza y gitana (de la taurina no dicen nada porque ya sabemos que la izquierda posmoderna la odia: las corridas de toros son el Donald Trump de la cultura). Esto es como tachar de racista al payo García Lorca por el Romancero gitano o censurar a Kurosawa y a Hashimoto por haber realizado las versiones supremas de Macbeth y Rey Lear. Salvando las distancias entre el payo que cantaba a los gitanos, ¿estereotipándolos?, y los japoneses del siglo XX que se apropiaron de las tragedias isabelinas del siglo XVII inglés. Todas las culturas son en última instancia sencillamente humanas y cualquiera puede usarlas.
Nadie puede erigirse en el papa del andalucismo, el gitanismo o cualquier otro esencialismo cultural. Los sonetos son originarios de Italia y los haikus de Japón, pero los puede hacer un bantú o un esquimal. Lo único que importa es su calidad abstracta y no la genética de raza o crianza. Porque en última instancia los pueblos no son sino agregaciones mediocres de individuos geniales. Del mismo modo que tras la falda típicamente escocesa encontramos a un inglés (como demostró Hugh Trevor-Roper en La invención de la tradición: la tradición de las Highlands de Escocia), tras el flamenco, que es patrimonio de la Humanidad y no el cortijo de unos andalucistas acomplejados, se encuentra un cantaor de nombre Silverio Franconetti, que muy gitano no parece...
Especialmente divertido es que se critique a Rosalía por haberse apropiado de un supuesto acento andaluz. Como si fuera igual el andaluz de Huelva, el de Castro del Río, el de Motril y el de Almería. O el de Cornellá o Mataró. Eso del andaluz es un invento de Canal Sur y filólogos aburridos. Porque también se habla un andaluz catalán heredero del mestizaje lingüístico de los emigrantes de Granada o Jaén en Cornellá o Tarragona. ¿Nadie escucha a Peret? Explica la propia cantante ante las críticas de los xenófobos de izquierdaque se siente flamenca pero sobre todo músico. Del mismo modo que un grupo español –o sueco– cuando canta en inglés trata de adoptar un inglés de Oxbridge o cockney, según hagan pop o punk, del mismo modo una catalana flamenca tratará de hacerlo con la fonética andaluza que mejor se corresponda al estilo que interprete. Bravo por esta catalana andaluza y gitana. Y que revienten sus haters puristas de envidia y analfabetismo.
Y si necesitase un nihil obstat (gracias a la extrema izquierda, hemos vuelto a los tiempos de la inquisición cultural y los certificados de pureza racial), tiene mi permiso étnico (risas), porque, parafraseando al Paquiro lorquiano, a andaluz (granaíno de raíces cordobesas y malagueñas) no me gana nadie. Explicaba Salvador Dalí, un catalán universal, que Lorca, un andaluz para todos, consideraba la expresión "¡olé!" como el grito más desgarrador que surge en los momentos más trágicos del cante jondo. Pues ¡olé tu duende, Rosalía!