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Enrique Navarro

Sánchez: dulce verano, amargo invierno

Pedro Sánchez y su jefe de gabinete han conseguido vivir en la Moncloa y que las encuestas les sean favorables, pero llegará el invierno.

Pedro Sánchez y su jefe de gabinete han conseguido vivir en la Moncloa y que las encuestas les sean favorables, pero llegará el invierno.
Pedro Sánchez | EFE

El presidente está exultante y no es para menos: en apenas dos meses ha conseguido que una sentencia que no condenaba penalmente al Partido Popular, y que no es firme, provocara un cataclismo que le llevara a la presidencia del gobierno. Una vez más, y por la incapacidad manifiesta del PP -o mejor de la derecha- para manejar las crisis: le pasó a los radicales con el estraperlo en la República; a Franco con Matesa; a la UCD con la colza; al PP con el chapapote, la guerra de Irak y el 11M; y a Mariano Rajoy con la Gürtel. Y esperen al mini master y la cola que va a traer; ¡ay Pablo, si te lo hubieras sacado en el IE no tendrías a Ignacio Escolar instruyéndote el sumario!

Pedro Sánchez ha logrado sus objetivos a corto plazo: generar una fidelización al interior del partido de pesos pesados, amiguetes en terminología popular, por la vía del nombramiento apresurado de los cargos mejor pagados de la administración; seleccionar un equipo de gobierno de apariencia deslumbrante que no necesita hacer mucho para llamar la atención y que, como siempre pasa, acabará siendo un fiasco (ya hay apuestas de si Borrell llegará a diciembre); irse de conciertos y vacaciones gratis; y darse un baño de liderazgo internacional o, más bien, conocer gente. En definitiva, Pedro Sánchez y su jefe de gabinete, que construyó de la xenofobia el leitmotiv que hizo alcalde de Badalona a García Albiol, lo que es significativo de los principios morales que rigen a este gobierno, han conseguido vivir en la Moncloa y que las encuestas les sean favorables.

Aunque hay que reconocer que como pijoprogre, al final le pesa más la primera cualidad que la segunda. De la universidad privada donde estudió a vivir en Somosaguas, ni Pablo Casado acumula tanto liberalismo. Primero, habla de dar la voz a la militancia y le ocultaba las urnas a sus colegas detrás del telón; luego nos engaña a todos diciendo que censura a Rajoy para convocar elecciones y es que venía a quedarse para siempre; nos habla de la pobreza infantil y usa el avión oficial para irse de marcha; se pasa la vida hablando de puertas giratorias y en agosto, un mes muy normal para contratar altos ejecutivos, coloca a su esposa en el Instituto de Empresa, después de reunirse con los grandes del Ibex que se nutren de los pobres que pagan 30.000 euros por un master del IE. La verdad es que nos ha salido un poco pillín este presidente, apodado "el regenerador" de la misma manera que José I era llamado Pepe Botella, por su condición de abstemio.

Y además, y demostrando que la suerte acompaña al vencedor, ha conseguido que todos los demás partidos entren en barrena: Ciudadanos desaparecido, copiando con retraso los mensajes del PP; éste en plena efervescencia y división, buscando trabajos del máster; y Podemos que se olvidó de asaltar los cielos para formar parte de ese discreto encanto de la burguesía que diría Buñuel.

Pero a Sánchez lo único positivo que le queda para las próximas semanas es esa competición de presidentes sobre la profundidad de la huella cuando corren sobre la playa de Doñana: es un hecho irrefutable que después del verano, pasa el otoño y llega el invierno, y éste será tremendamente amargo para él, porque el escenario le va a cambiar por completo.

La economía ya ha dado sus primeros síntomas de languidecimiento, y eso que estamos regresando al denostado modelo de la burbuja: una política expansiva que hace crecer el sector inmobiliario y el consumo a costa de nuestra competitividad exterior y la inversión en activos productivos. Trump nos tiene cogidos a todos por las partes, y si la guerra comercial avanza todos los escenarios macroeconómicos en Europa van a saltar por los aires. Además, toda acción proteccionista vendrá acompañada de inflación y subida de tipos de interés, así que todo el gasto expansivo que ahora pretenden desviar a gasto social y Comunidades Autónomas acabará pagando la cuenta de la deuda pública.

El actual modelo de creación de empleo tan exitoso está muy condicionado a estos factores de la oferta que se verán muy negativamente afectados por el marco económico, la ralentización del turismo, la menor contribución del sector exterior al crecimiento y la caída del consumo consecuencia de los nuevos impuestos no auguran muy buenos tiempos para el crecimiento del empleo.

Cataluña

El frente catalán también le va a estallar por los aires al gobierno. Aunque no se atreven a decirlo en público, la connivencia de Quim Torra a negociar bajo una aparente normalidad está sujeta a un referéndum que Pedro Sánchez siempre ha tenido en su hoja de ruta. Si se cree que, sólo porque gobierna la izquierda en España, la derecha nacionalista se va a ir de rositas con unas pocas transferencias suponiendo que el problema era Rajoy, se va a pegar una leche monumental. En Barcelona, junto al rey el día diecisiete, Pedro Sánchez se va a retratar, mal que le pese, frente a España, y no vale salir diciendo que no va a judicializar, ni que la libertad de expresión es sagrada, que si lo es debería proteger más a los no nacionalistas. Vamos a pasar del 17A al 155 bis en un periquete.

Está escrito desde los comienzos del siglo XX que Cataluña acabaría partiendo al PSOE, y la toma de partido de Pedro Sánchez a favor del diálogo con los secesionistas apoyando a los socialistas nacionalistas que pretenden ser la izquierda real en la república catalana incide en esa división. Y muchos de los acosados en Cataluña son también socialistas.

El tercer problema, y quizás el que le conducirá a la derrota electoral, es el empeño en gobernar sin los apoyos mínimos. Es fácil formar frentes contra algo, pero de ahí a generar un programa de gobierno que cuente con el respaldo del Congreso hay un abismo. No es una situación inédita como señalaba Pablo Casado, es que es la primera vez que un ejecutivo gobierna sin un programa de gobierno aprobado en el Congreso. El presidente debería haberse sometido de inmediato a una moción de confianza, pero la seguridad de perderla ha provocado que se prefiera levitar sobre el BOE un par de años en la esperanza de que los vientos corran a su favor.

Bruselas ha aceptado el reajuste de gasto porque la ministra prometió que contaba con los apoyos parlamentarios; ahora Bruselas ya no se cree nada que venga de España. Si el gobierno no saca los presupuestos con el techo de gasto presentado, la Unión Europea volverá al plan inicial y Pedro Sánchez deberá gobernar con la política de Rajoy; algo para lo que psicológicamente no está preparado ni él ni todos los que le encumbraron a la Moncloa.

Vamos a un escenario político en el que los votantes de Podemos volverán a la abstención o a Izquierda Unida; la ilusión del 15M murió en el chalet de la sierra, y eso siempre favorece al PP; Ciudadanos ha perdido su razón de ser: viajó de la socialdemocracia al liberalismo español para comerle terreno al PP sin despeinarse, y ahora tienen al genuino liberal conservador español dirigiendo a los populares, así que a competir con Vox o con el PSOE otra vez, por ocupar espacios vacíos, que cada vez son menos.

El Partido Popular y el PSOE se van a disputar las próximas elecciones una vez más, como en los viejos tiempos; pero Pablo Casado parte en una posición de ventaja: ser el partido mayoritario en la oposición; tener rodeado al Partido Socialista con todos los frentes abiertos y un presidente que sólo aspira a mantener el tipo en su partido hasta que cercene toda la división interna y a no perder el moreno, sin duda grandes ambiciones para una persona cuya máxima aspiración era ser expresidente.

Sin presupuestos, con una política que se mueve entre el franquismo proteccionista de gremios como taxistas y el acogimiento de refugiados que ahora pagan el doble a las mafias por venir a España; con un Podemos que necesita tumbar al gobierno para que no sean ellos los tumbados y un PP que ahora dispone de un mensaje potente; y con Ciudadanos que tendrá la llave del cambio en Andalucía y que necesita reivindicarse como fuerza hegemónica y no languideciente, lo que le podría dar en una eventual negociación con el PP el palacio de San Telmo, el escenario para Sánchez es pésimo.

Un presidente sin programa, que llegó para unos meses y que se aferra al cargo, que vino a regenerar y no ha tomado ninguna medida regeneradora y que recupera el discurso del miedo a la derecha, del extremismo, el fascismo o la xenofobia para movilizar al electorado de izquierdas. Es poco bagaje para pretender ganar sus primeras elecciones frente a un PP que ha perdido muchos complejos del pasado. El problema de la derecha española, como la francesa o la italiana, es que tiene una culpa moral que el catolicismo ha generado, que le lleva siempre a dudar de sus principios y abonarse al proteccionismo y la limosna; algo que Lutero, Calvino y Enrique VIII liquidaron en la Europa próspera hace ya unos cuantos siglos.

Si el PSOE insiste en dejar el centro-izquierda, en un escenario de bipartidismo, va a ceder tanto terreno al tándem Ciudadanos-PP que podrá sacar pecho de 110 diputados con los que le arrebate a Podemos, pero no tendrá nada que hacer frente a la mayoría que obtendrán los de Casado y los de Rivera.

Al PSOE le ha ido bien cuando ha defendido España y la economía de social de mercado y luego ha planteado a la izquierda radical la alternativa de socialdemocracia o PP; pero si juega a Podemos hasta los socialdemócratas votarán al PP, con quien tienen más en común que con la izquierda populista de Pablo Iglesias y sus acólitos. Y las viejas facturas pendientes en el interior del partido se volverán a cobrar y con razón, y encima va a ser la familia la que saque a Franco del Valle de los Caídos antes de que le dé tiempo al gobierno, un tanto menos para Pedro Sánchez.

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