El separatismo y sus extensiones mediáticas son la Cuba de Rusia de los bulos, segunda potencia mundial en materia de difundir mentiras de grueso calado. Ahora están volcados en sembrar la impresión de que hay algo muy turbio detrás de la célula islamista de Ripoll que atentó hace casi un año en Barcelona y Cambrils. Ese algo turbio sería una supuesta conexión entre el imán Es Satty y el CNI. La disparatada versión nacionalista es que el imán estaba a sueldo de los servicios de inteligencia que a su vez habrían ocultado a los Mossos los antecedentes criminales del sujeto para proteger al confidente.
La versión sin manías de los separatistas más arrojados es que el Estado montó el atropello masivo a 44 días del 1-O para amedrentar a la población y sacar al Ejército a la calle, pero que la brillante respuesta de los Mossos de Trapero frustró el operativo. El típico atentado de falsa bandera que sale mal. La explosión de Alcanar.
Lo cierto es que los Mossos habían recibido un aviso de la CIA sobre la posibilidad de un atentado en las Ramblas, que los antecedentes del imán por tráfico de drogas constaban en los ficheros policiales, que tres oficiales de la policía autonómica viajaron a los Estados Unidos a cuenta del aviso para entrevistarse con funcionarios estadounidenses y que los Mossos iban a deshacerse de la prueba, el telex, pero lo impidió la Policía Nacional al interceptar el 26 de octubre pasado de un cargamento de papeles comprometedores que los Mossos llevaban a una planta incineradora y que ahora están en la Audiencia Nacional.
Fallaron muchas cosas en agosto del año pasado y siguen fallando. Aún así, el teniente coronel de la Guardia Civil, Francisco Vázquez, ha elogiado vivamente a los Mossos en entrevistas concedidas estos días a medios separatistas. Considera el jefe antiterrorista del Instituto Armado que la policía autonómica reaccionó con suma eficacia y que la colaboración es "absoluta y excelente". Los Mossos, por su parte, han pedido a la ciudadanía que no personalice en Trapero los homenajes y que también estuvieron muy bien los servicios de emergencia. Ni una palabra no ya de la Guardia Civil o la Policía Nacional, sino de la Guardia Urbana de Barcelona.
Para el separatismo, los atentados del 17 de agosto de 2017 son una remota referencia, nota a pie de página en la heroica construcción de la república catalana, incidente de menor relieve que sólo adquiere cierta trascendencia propagandista si sirve para laminar al Estado, encarnado en la solitaria figura del Rey, al que retratan como un vil traficante de armas y furgonetas con gran éxito de audiencia.
Tiran la piedra y esconden la mano. La ANC no asistirá al homenaje oficial a las víctimas. Los CDR celebrarán una manifestación al margen y media hora antes. Se volcarán en las puertas de la cárcel de Lledoners para homenajear a los Mossos y al exconsejero Joaquim Forn, que dirigía el departamento de Interior cuando aquello. Si alguien abuchea al Rey en Barcelona, será una reacción espontánea, refleja encerrona de una sociedad "oprimida". Torra sólo pretende "regalarle" un papelito sobre los golpistas presos y fugados, las únicas "víctimas" que contempla el separatismo. El 17-A no es nada para ellos, que tienen el 20-S, el 1-O y el 3-O.
Del atentado se sabe mucho, muchísimo. Cien cartuchos gastaron los Mossos. Seis se encontraron en el cuerpo de Younes Abouyaaqoub, el asesino de la furgoneta de las Ramblas. Los soldaditos de Alá querían destruir la Sagrada Familia y la torre Eiffel. También bebían alcohol y fumaban porros. Para disimular, claro. El chalet de Alcanar se lo habían alquilado a unos okupas, la luz se la robaban a un vecino y el ayuntamiento de la localidad les prestaba una ayuda alimentaria. Ah, y las bombonas las compraban por Wallapop.
Nadie sospechó nada y un turista estuvo a punto de interceptar a Younes al salir de la furgoneta. El chico gritó "¡bomba!" y se alejó sonriendo. Su educadora en Ripoll todavía no se lo puede creer. Por no hablar de lo del imán. La mitad de sus feligreses dice que instaba a la "yihad" y la otra mitad sostiene que qué va y que para nada. Sin embargo, en Bélgica lo tenían calado.