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Pablo Planas

8 de Octubre

La descomunal reacción social contra el golpe de Estado no sólo desconcertó a los separatistas.

La descomunal reacción social contra el golpe de Estado no sólo desconcertó a los separatistas.
EFE

Se ha cumplido sin pena ni gloria un año de la histórica manifestación española del 8 de octubre de 2017 en Barcelona. La descomunal reacción social contra el golpe de Estado no sólo desconcertó a los separatistas. Sociedad Civil Catalana (SCC), la entidad convocante, presumía que con la ayuda de Ciudadanos y el PP podía congregar a unas cincuenta mil personas. Más de un millón desbordaron las calles de la capital catalana.

De primeras, a Puigdemont y Junqueras les cambió la cara y los socialistas, que a última hora habían dejado a criterio de sus cuadros y militantes asistir a la manifestación, corrieron a sentarse en la mesa que negociaba un 155 de chichinabo a la altura moral e intelectual de sus ejecutores. El discurso del Rey enlazó con la indignación de una gran parte de la ciudadanía ante el chorreo de bulos sobre la actuación de la Guardia Civil y la Policía Nacional en el referéndum ilegal, el tradicional victimismo catalanista y el indecente acoso separatista en los hoteles y pensiones donde se hacinaban los agentes enviados a Cataluña.

El episodio de los profesores del instituto de San Andrés de la Barca humillando a hijos de guardias civiles el 2 de octubre, la huelga salvaje del día después, el odio desatado por los separatistas al grito de "Els carrers seran sempre nostres!" y la pavorosa inacción del Gobierno alimentaron una respuesta que refutó de arriba abajo todos los mantras del catalanismo asumidos sin deglutir a izquierda y derecha en Cataluña y el resto de España.

Existe una Cataluña que el 8 de octubre del año pasado dijo "ya vale", sin signos de admiración, una Cataluña que gana en votos pero pierde en escaños, una sociedad invisible, una mayoría silenciada, reprimida, anulada y ridiculizada. Tres semanas después, el 29 del mismo mes, esos mismos ciudadanos repitieron la gesta de plantarse en las calles. Visto el percal, Puigdemont salió por piernas. No es que sea más listo que Junqueras, es que la ciudadanía proponía "Puigdemont a prisión", no "Junqueras a la trena".

Del 8 de octubre de 2017 se infieren muchas más cosas, como la alianza de Sánchez con Iglesias y Junqueras en Can Roures, la caída del gobierno de Rajoy, la ruptura del bloque constitucionalista (Casado y Rivera), la irrupción de Vox, acusación particular en los procedimientos concernientes a los golpistas, y una inesperada y abrumadora señal de vida de España.

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