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Luis Herrero

La VOX andaluza

El partido de Abascal no será determinante en Andalucía pero será el que decida quién ostenta la hegemonía del centro-derecha a nivel nacional.

El partido de Abascal no será determinante en Andalucía pero será el que decida quién ostenta la hegemonía del centro-derecha a nivel nacional.
El presidente de VOX, Santiago Abascal, durante un acto en Málaga. | EFE

Los exploradores que divisan la España del 3 de diciembre desde el periscopio de las encuestas llegan a cuatro o cinco conclusiones interesantes. La primera es que el PSOE cotiza a la baja. Nadie, salvo el CIS, le augura un descenso inferior a 3 puntos. Los más audaces lo elevan por encima del 5. Podría ocurrir, en la hipótesis más desfavorable para ellos, que perdieran la cota del 30 por ciento en el cómputo global. En las últimas elecciones autonómicas obtuvieron el 35,4. Y no vale decir que es un desgaste de naturaleza territorial, propiciado por los cuarenta años de hegemonía ininterrumpida. Hay votantes dispuestos a apoyar al PSOE en las urnas autonómicas que declaran su intención de cambiar de partido en las generales. Dicho de otro modo: en Andalucía, Díaz tendrá más votos que Sánchez.

La segunda conclusión es que la bajada del PSOE no se traduce en una subida podemita. Por primera vez, los flujos de voto en el estanque de la izquierda no se comportan como dicta la teoría de los vasos comunicantes. Adelante Andalucía está, en los promedios, casi dos puntos por debajo de lo que hace cuatro años sumaron por separado Podemos e Izquierda Unida. Si hay Gobierno de izquierdas será entre dos fuerzas devaluadas. Parece que el ciclo de Podemos toca a su fin. La consecuencia de ese hecho es llamativa. Lo que baja el PSOE lo gana Ciudadanos. Entre los bloques ideológicos izquierda-derecha —que hasta ahora eran nidos de ametralladoras con estructuras de hormigón armado— se han reabierto vías de transferencia de voto que llevaban obturadas mucho tiempo.

La tercera conclusión es que el PP no levanta cabeza. Cuando Pablo Casado sucedió a Rajoy, el partido se desangraba. Sus votantes se estaban yendo en aluvión a Ciudadanos. El "efecto Casado" consistió en cauterizar el boquete y acabar con la sangría. Los nuevos dirigentes pensaban que tras la estabilización de las constantes vitales del enfermo vendría la recuperación. Pero no ha sido así. Es verdad que se ha detenido la migración de votantes a Ciudadanos, pero la subida de VOX ha provocado una nueva hemorragia que sigue mermando sus expectativas electorales. Aún no está claro que pueda conservar, en Andalucía, el título de segunda fuerza. Moreno Bonilla entra en la recta del sprint con medio cuerpo de ventaja sobre Marín pero el duelo entre ambos huele a foto finish.

El orden de la carrera depende de VOX. He ahí la cuarta conclusión: en poco más de horas veinticuatro, el partido de Abascal ha pasado de ser un figurante pintoresco sin posibilidades de obtener representación parlamentaria a convertirse en un actor protagonista con aspiraciones a tener grupo parlamentario propio. Su principal fuente nutricia procede del electorado del PP pero ya ha comenzado a esquilmar la despensa de votos de Ciudadanos. Como dicen los expertos, es un suflé en pleno proceso de inflamación. Cuanto más crezca, peor para Casado. Albert Rivera compensa las pérdidas de los que huyen a VOX con las ganancias de los llegan del PSOE. Pero el PP no tiene elementos de compensación. Lo suyo son pérdidas netas.

Es muy posible que, desde el estricto punto de vista de la gobernanza andaluza, el crecimiento de VOX no vaya a tener demasiada trascendencia. Al menos, si damos por buena la premisa mayor —establecida como tal por todos los demóscopos— de que la suma PSOE-Podemos tiene plenamente garantizada la mayoría absoluta. Sin embargo, en la extrapolación de los datos al ámbito nacional, las consecuencias de su creciente protagonismo no son inocuas. Será Abascal quien determine, indirectamente, a quién le corresponde ostentar la hegemonía del centro derecha. Y eso no es baladí. Que haya sorpasso o no parece cosa suya.

También está llamado a convertirse en hacedor de reyes. Si su despegue no capota —sería la primera vez que un proceso emergente se contractura a las primeras de cambio—, tendrá la llave de muchos de los cofres donde se guardan los tesoros del poder. Por acción o por omisión, en sus manos estará que gobiernen unos u otros, tanto en el conjunto de España como en muchos municipios y en algunas Comunidades Autónomas. VOX ha venido para quedarse y ha elegido Andalucía como trampolín para tomar impulso. De la amplitud del salto depende el vuelo que le ha de llevar a nadar en aguas más profundas. Si supera el rompeolas no habrá quien lo pare.

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