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Javier Somalo

Del cumpleaños de Podemos al del PP

Dos cumpleaños muy distintos han inaugurado este 2019 que tanto promete, para bien o para mal, en política.

Dos cumpleaños muy distintos han inaugurado este 2019 que tanto promete, para bien o para mal, en política.
Pablo Casado y Pablo Iglesias | EFE/Flickr/Podemos/Dani Gago

El líder revolucionario pasó de acampar en la Puerta del Sol a vivir en un chalé con lago. Del anticapitalismo a la hipoteca de un millón. De las asambleas que votaban agitando las manos a la imposición leninista de cuadros y listas. Del nosotras al yo. Del permiso de paternidad igualitario a su interrupción por causa mayor, cosa de hombres. Podemos ha cumplido cinco años y lo celebró por todo lo alto con Íñigo Errejón de maestro de traiciones en casa de la dulce Carmena que quiere ser Tierno Galván. Abuela y nieto pasearán juntos por la radiante Gran Vía pidiendo el voto amablemente y repartiendo caramelos. "Estoy tocado", dijo el líder desde el Pazo de Meirás.

Rita Maestre –"para miradas lujuriosas, las que tú despiertas allá donde vas", le dijo el macho alfa– prefiere al niño bueno que un día fue su pareja y que dice que en Venezuela comen tres veces al día y que si hacen cola es porque no paran de consumir. Lejos quedan los tiempos del "soviet de la Complutense", donde ella era corresponsal chic del programa del líder. Ahora está suspendida de militancia y entusiasmada con la llegada del traidor, que así le llaman los del soviet –supremo ya– de La Navata. Se casó en la finca de Lucillos pese a que su partido quería prohibir bodas en fincas. Qué mal lleva Podemos el asunto de las fincas.

Pablo Echenique, el Tezanos-Arriola de Iglesias, recomienda al rebelde que abandone el partido y el escaño aunque dice entender que "de algo tiene que vivir hasta mayo". Pues que lo contrate, pero con seguridad social, no como a su asistente, y lo acoja en alguna casa que tenga por ahí con licencia de reforma. Qué mal lleva Podemos eso de pagar impuestos.

Irene Montero, que se apellida igual que Mariló –"la azotaría hasta que sangrase", soñó el líder–, dice que "cuando las cosas se hacen engañando, con premeditación y con un proyecto personalista supone una forma de proceder que dinamita todos los puentes". Habla de Íñigo Errejón, no del líder –su pareja– que se vio "obligado a interrumpir" su baja de paternidad para atajar la crisis. Empeñada en hablar siempre en femenino, lamenta la lideresa en funciones que "hoy muchas militantes se pueden sentir engañadas y atar cabos de por qué Íñigo no había empezado a hacer campaña". Sospecho que las militantes han atado otros cabos y se pueden sentir engañadas por el hecho de que Pablo Iglesias haya hecho como hacía Franco con el príncipe Juan Carlos: dejarle los trastos de mando unos días y quitárselos en cuanto había que decidir algo. Qué mal lleva Podemos eso del feminismo.

Por cierto, en aquel chat con Juan Carlos Monedero en el que soñó con azotar a Mariló Montero, Pablo Iglesias también dijo: "No me gustan los niños ni la familia, ni pasear por el parque, ni vestir bien, ni que me paren las viejas ni que franquistas asquerosos me digan ole tus cojones". Cambian los gustos, y los "proyectos familiares" llegan cuando uno menos se lo espera, pero qué mal lleva Podemos la coherencia. La revolución nació en una tienda de campaña en Sol –con dinero de dictaduras– y morirá en un casoplón con lago en La Navata.

El otro Pablo que está de cumpleaños es Casado. Le caen los treinta del Partido Popular y lo celebra con una convención que aspira a ser fundacional. Limpiar los escombros tras un derrumbe puede llegar a ser ilusionante si se tiene clara la reconstrucción. Hoy el protocolo le obliga a rendir pleitesía desde Fraga hasta Rajoy pero no le impide mostrar que si ha llegado hasta la presidencia es porque tendrá algo distinto que ofrecer. Muy distinto. El agradecimiento a su antecesor, artífice del desastre ideológico, no puede pasar de la mera cortesía si el programa de Casado es de verdadera ruptura con Rajoy, lo único posible para encarar las elecciones de mayo sin necesidad de comprobar si Santiago Abascal llena estadios diciendo algunas de las cosas que antes defendía el PP. El votante que ha buscado refugio no tiene culpa de las recientes ausencias ideológicas y la España que quiere representar Casado no está como para soportar celos.

Pablo Casado ha demostrado recientemente gran valía parlamentaria pero ya había mostrado antes su amplio conocimiento político en materia liberal, rama violentamente podada en el PP de Rajoy. Sobre Europa, inmigración, comunidades autónomas, impuestos, terrorismo, Memoria Histórica, machismos y feminismos, educación y, en definitiva, sobre Libertad, Casado puede hablar sin complejo alguno y hasta citándose a sí mismo. Cuando acabe la fiesta de cumpleaños, que despida a los invitados con cortesía pero sin deudas. Sólo así podrá afrontar lo que se avecina. Sólo así podrá mantener la cabeza alta, por ejemplo cuando este próximo marzo se cumplan 15 años del 11-M, toda una generación.

Dos cumpleaños muy distintos han inaugurado este 2019 que tanto promete, para bien o para mal, en política. Añado al del PP, la victoria tripartita e histórica en Andalucía pese a los daños colaterales que pueda ocasionarles. El hecho es que unos mueren y otros tratan de resucitar aunque la experiencia no deje de recordarnos que en la era de internet el tiempo de la política se cuenta en minutos.

La izquierda española busca sitio en la lucha de géneros al haberlo perdido en la de clases y de ahí viene la nube tóxica de machismo en la Andalucía que llevaba cuarenta años de corrupción y paro. Se despidieron del poder en un prostíbulo pero andan preocupados por si las derechas se dedican ahora a violar y maltratar mujeres que, hasta ayer, por lo visto eran libres e iguales bajo el gobierno socialista.

Es en el terreno de las ideas donde por primera vez los españoles van a tener que decidir. Así lo han querido los políticos y, bien mirado, no está nada mal. Ya era hora.

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