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Pablo Planas

El 11-M y la célula antibulos

La célula antibulos es una muestra de la desvergüenza del Gobierno y la evidencia de que están dispuestos a llegar muy lejos para retener el poder

Ya es casualidad que el Gobierno haya filtrado a El País la creación de una "unidad contra la desinformación" para que se publique el mismo día que se cumplen quince años de la masacre del 11-M. La pretensión de la Moncloa sería, según el citado medio, que los bulos no se apoderen del debate electoral e influyan en los resultados. Tan benemérito propósito oculta la propensión del propio Gobierno de Sánchez a confundir propaganda con información, así como la contribución a la desinformación de los medios que le dan apoyo.

Las "fake news", más o menos la versión actualizada de la agitación y propaganda, tuvieron un papel muy destacado en las horas, días y meses posteriores a la matanza de los trenes y en el vuelco electoral que instaló a Zapatero en la Moncloa contra todo pronóstico. A falta de redes sociales, fue el momento de la mensajería móvil, la "revuelta" de los SMS, clave en el asedio a las sedes del PP, pero también el de la manipulación de los medios clásicos para generar un "relato" que convirtiera al Gobierno de Aznar en el principal culpable de la matanza.

Quince años después y a las puertas de unas elecciones cruciales, el equipo de Sánchez se da un homenaje y arbitra una célula cuya misión consistirá en el control de los contenidos de las redes sociales y de los medios independientes. Alegan que es un instrucción de la Unión Europea, muy preocupada por las injerencias rusas en el Brexit, las elecciones estadounidenses y los sucesos catalanes de septiembre y octubre del 17. Y apuntan a Rusia cuando en el caso del golpe de Estado mejor harían en fijarse también en algunos de los magnates de la comunicación en España, en los medios controlados por la Generalidad y en los perfiles de los partidos separatistas.

La constitución de la célula "antibulos" de Sánchez con participación del CNI, la secretaría de Estado de Comunicación y el departamento de Seguridad Nacional es otra vuelta de tuerca en la utilización partidista de los recursos del Estado, una muestra de la desvergüenza del Ejecutivo sanchista y la evidencia de que están dispuestos a llegar muy lejos para retener el poder alcanzado gracias al apoyo de los enemigos de la democracia y la convivencia. Así, toda noticia, dato o información que se oponga al discurso socialista, retrate a sus dirigentes o aluda a sus planes puede ser tachada de mentira por esa especie de Consejo Audiovisual Catalán que se han montado en Moncloa.

No hay riesgo, en cambio, de cierre en TV3, el servicio público catalán de manipulación, consignas y mentiras. En realidad, son los medios independientes y partidos como Vox quienes están en la diana del Gobierno socialista, que no reparará en medios para desacreditar, derrotar y eliminar de la vida pública a sus adversarios en vez de a los golpistas.

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