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Miguel del Pino

No manipulen a los niños

Millares de niños y adolescentes son lanzados por la izquierda contra los Parlamentos democráticos con la excusa del llamado “Cambio climático”.

Millares de niños y adolescentes son lanzados por la izquierda contra los Parlamentos democráticos con la excusa del llamado “Cambio climático”.
Manifestación en Madrid de estudiantes contra el cambio climático. | Paloma Cuevas

No citaré el nombre de la niña sueca a quien se utiliza como símbolo del nuevo movimiento "por el clima" que moviliza en masa a los adolescentes del mundo; seré prudente por si al llegar a adulta decide querellarse contra quienes la están utilizando. ¿No se "pixelan" las imágenes de los niños para preservar su intimidad?, pues eso.

Se ha tratado de presentar esta protesta infantil y juvenil como espontánea e inocente desde el punto de vista político, pero en nuestro país las proclamas del Sindicato de Estudiantes al menos han rebosado sinceridad: para estos representantes de la extrema izquierda, la culpa de lo que llaman "cambio climático" es del capitalismo.

La lucha conjunta contra el cambio climático y el capitalismo ha sido el elemento motivador que ha lanzado en Madrid a los adolescentes hasta las mismísimas puertas del Parlamento; así lo manifestaban numerosas pancartas, por supuesto de plástico.

La prensa no ha podido obviar algunos detalles de la manifestación adolescente destacadas por su incongruencia, como el citado empleo de plásticos o la avidez con que se consumían hamburguesas cuando el hambre o el cansancio imperaban sobre el entusiasmo ecologista; no es lo verdaderamente importante.

Lo que produce escalofríos es la falta de escrúpulos con la que, desde planteamientos de izquierda radical se trata de engañar a los entusiastas e inmaduros manifestantes: los problemas de la naturaleza, que son muchos, entre ellos la contaminación, no proceden de errores asimilables solamente a determinadas ideas políticas, sino a excesos y equivocaciones que han acompañado durante al menos dos siglos a la llamada "sociedad del desarrollo".

¿Alguien se atrevería a decir a los estudiantes, a quienes se lanza en ardiente lucha contra el capitalismo, que el comunismo ha sido y es un movimiento respetuoso con la Naturaleza?

Un elemental repaso a la historia de siglo XX demuestra que nadie está libre de culpa en lo referente a los excesos cometidos en el desarrollo y en el empleo de los combustibles fósiles, a quienes los líderes de las actuales protestas responsabilizan principalmente de la contaminación: el comunismo es al menos tan responsable como el capitalismo.

Hay que reconocer que la Humanidad ha tenido que despertar varias veces de sueños desarrollistas durante la época de la "Civilización industrial", el ejemplo de los gases CFC ha sido clave en este sentido, eran destructores del ozono y ha habido que investigar para sustituirlos, pero muy pocos adolescentes actuales saben que en la infancia de la generación de sus abuelos no había frigoríficos, sino simples neveras que se rellenaban con hielo que había que comprar por barras en la fábrica. ¿Seríamos capaces de renunciar ahora a tantas comodidades como las que por fortuna disfrutamos?

En algunas de las pancartas de la manifestación de Madrid se hablaba de la "huella de carbono". Es éste un concepto ecológico relativamente nuevo que se refiere a lo que cada uno de nosotros contaminamos por nuestros hábitos de vida y nuestras necesidades de consumo; pues bien, la de los adolescentes actuales es mucho más grande que la de las generaciones que les precedieron.

¿Renunciarían ellos a sus móviles, a sus consolas o a sus reproductores musicales para detener la necesidad de ese Coltán que provoca guerras en África? ¿Se volverían de verdad todos veganos porque así lo ordenan los nuevos mandamientos ecologistas?

No es la primera vez que el Parlamento español es rodeado con soflamas en defensa del planeta al que se pretende salvar; en alguna ocasión los activistas de Greenpeace han escalado sus paredes y han puesto bufandas a los leones, fabricados por cierto con bronce de cañones conquistados en hazañas militares. Desde entonces, por cierto, "no me hablo con ellos", que diría un castizo, a pesar de que yo les hice su primera entrevista radiofónica cuando se instalaron en España a comienzos de los años ochenta.

El entusiasmo y las buenas intenciones de los jóvenes, y también de los niños, son muy importantes para la defensa de la Naturaleza, y no solamente como testimonio: recordemos las hazañas de aquella generación admiradora de la labor y del ejemplo de Félix Rodríguez de la Fuente, cuando tantos chicos y chicas dedicaban sus vacaciones a la observación de nidos para evitar su expolio por coleccionistas indeseables, por citar solamente un ejemplo.

Aquéllas eran generaciones formadas y aconsejadas, pero no manipuladas: la defensa de la naturaleza debe ser pura y servir de ejemplo a los políticos, y los adolescentes tienen mucho que aportar en este sentido.

Por muchos miles que puedan ser los manifestantes tan entusiastas como confundidos por la utilización y las consignas, alguien tiene que decirles que su obligación es formarse y prepararse a fondo para convertirse en la generación capaz de combatir con eficacia los males de nuestro planeta; y sin dejarse engañar ni manipular por nadie.

Porque, recordando que el "Cambio climático" no está científicamente probado, en el caso de que la Tierra tenga realmente fiebre debido a la actividad humana, el antibiótico capaz de curar al planeta es la investigación científica, y dentro de muy pocos años ellos serán los encargados de hacerlo: no todos, sino los pocos que sepan trabajar en este terreno con pureza y sinceridad, ellos son la esperanza.

Y a quienes juegan a engañar a los niños y a los adolescentes con proclamas anticapitalistas, sólo recordarles que la manipulación infantil ha ofrecido, y no tan remotamente, algunos de los ejemplos más terribles de las desgracias históricas que ha sufrido la Humanidad. Si alguien está obligado a decir la pura verdad a los entusiastas jóvenes, somos los profesores, y quien esto escribe tiene en su haber más de cuarenta años de trabajo en las aulas.

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