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Agapito Maestre

Maldad sólida

En ese mundo, en el que no importan los medios, Sánchez se mueve como pez en el agua.

El mal está por todas partes. Los escolásticos contemporáneos distinguen cien tipos de maldad; la maldad líquida, según denominación de Bauman, es hoy dominante, porque no se ve, está emboscada aquí y allá, pero ataca a todas horas y en cualquier circunstancia. Es difícil de detectar, pero si un imbécil la halla por casualidad, queda seducido por ella para toda la vida. La maldad líquida resulta casi imposible de combatir. Necesita muy poco para mantenerse a flote. Ahí tenemos el ejemplo del PSOE para las elecciones del 28-A. Este partido, que apenas ha hecho otra cosa en estos últimos nueve meses que preparar estas votaciones para ganarlas, necesitará muy pocos votos para conservar todo el poder. Se lo regaló Rajoy y ahora no busca la entera movilización de la población sino solo una parte. Le bastan unos cuantos votos para mantenerse. Le sería suficiente con que todo quedase más o menos como está para seguir en el poder.

Lo decisivo para ellos no es ganar muchos votos, como algunos ingenuos creen, sino mantener como una personalidad política respetable a su candidato. El PSOE ha conseguido que la población vea como algo normal que Pedro Sánchez, cuyo rostro en la propaganda de su partido da miedo, pueda seguir siendo presidente del Gobierno. El PSOE ha conseguido hacer normal lo que a todas luces es anormal. Anormal, sí, pero quizá no tan extraño como piensan los moralistas de la política. ¿O acaso no es extraño que el hombre desleal por antonomasia de nuestra democracia, desleal, sí, a las bases nacionales de su propio partido, sin apenas legitimidad para ostentar la Presidencia del Gobierno, alguien que ha mentido con su tesis doctoral, que no condena con contundencia a los golpistas, que protege con su ambigüedad a los golpistas presos, que se niega a debatir cara a cara con el jefe del partido con más escaños del Parlamento, etcétera, etcétera, pueda volver a ser presidente del Gobierno con la ayuda de unos pocos votos?

Mentiría si dijese que Pedro Sánchez es un caso único en la política mundial. Falso. Es cierto que el personaje es singular, pero no tiene nada de extraño en un mundo político que ha reducido la verdad a una cuestión situacional o de mero contexto. Vivimos en un mundo donde solo el que gana dicta la verdad. No nos rasguemos las vestiduras por este personaje y miremos nuestro entorno. A pesar de todo, sí, a pesar de que la política en Europa se ha convertido cada vez más en un espacio para que triunfe gente sin escrúpulos, aventureros y tipos sin mayor preparación que la de un vulgar delincuente de guante blanco, creo que Sánchez ostenta el récord de desfachatez a la hora de poner todos los medios, por perversos que sean, al servicio de un único fin: mantenerse en el poder.

En ese mundo, en el que no importan los medios, Sánchez se mueve como pez en el agua. Ha conseguido, se dice pronto, institucionalizar la idea de que la verdad está de su parte porque ostenta el poder. Terrible. En un país normal, donde los golpistas no hubieran participado en una campaña electoral, eso sería inimaginable.

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