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Cristina Losada

La izquierda descubre a los obreros

Cuando los intelectualos de izquierdas, los que hablan en nombre de la clase obrera, se encuentran a un obrero de verdad se suelen llevar un susto de muerte.

Cuando los intelectualos de izquierdas, los que hablan en nombre de la clase obrera, se encuentran a un obrero de verdad se suelen llevar un susto de muerte.
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Cuando los intelectualos de izquierdas, los que hablan en nombre de la clase obrera, se encuentran a un obrero de verdad se suelen llevar un susto de muerte. Para empezar, topan con un obrero en raras ocasiones, y aún son más raras las veces en que entablan una conversación con él. Sin embargo, aunque apenas los conocen, tienen una idea muy clara de cómo son los trabajadores, y más todavía de cómo deben pensar en asuntos de política.

La idea de los obreros que tienen los intelectualos de izquierdas es que son la viva encarnación del obrero imaginado por los intelectualos de izquierdas. Dan por sentado que serán menos sofisticados, menos leídos o menos cultos que ellos, pero entienden que esas carencias son necesarias, porque alguien tiene que estar más al tanto de la cosa intelectual. Cada uno a lo suyo. Lo que esperan del obrero no es intelecto, sino una naturalidad y una simpleza refrescantes, un modo básico, instintivo y fuerte de expresar su conciencia de clase. El intelectualo de izquierdas se acerca al obrero real con la expectativa y la ilusión de encontrarse una réplica de sí mismo, pero despojada de complejidades e investida de las sanas y emocionantes características del buen salvaje.

Qué peligro tienen, para los intelectualos de izquierdas, las excursiones al territorio, para ellos exótico, de los trabajadores. Ahí, en esa tierra ignota, se pueden encontrar con que los obreros piensan por sí mismos, tienen sus propias ideas políticas y sus propias convicciones morales, y que no coinciden en absoluto con las que el intelectualo de izquierdas ordena que han de tener. Siendo como es nuestro personaje el representante autoproclamado de los intereses obreros, está convencido de que sabe qué les conviene a los obreros mucho mejor que los propios obreros, ¡dónde va a parar! Es así como llega la sorpresa.

Sorpresa es poco para lo experimentado por el medio digital ctxt, fundado hace unos años por periodistas antes activos en otros diarios, y por algunos como la actual directora de El País. Uno de sus reporteros salió a la calle para hacer videoentrevistas a transeúntes, a los que preguntaba qué iban a votar. La pieza que circula con gran jolgorio por Twitter recoge el intercambio del entrevistador con un obrero joven, que llevaba al hombro su cargamento de trabajo. Transcribo:

–Oye, ¿has visto los debates?
–Yo solamente quiero que salga Vox.

–¿Por qué?
–Porque me parece el mejor presidente para este país.

–Eres un currante, tío.
–Y Pablo Iglesias también es un currante comunista y vive en una casa de 100 millones de pesetas.

–Es profesor de universidad, más que currante.
–Que ejerza de profesor de universidad, eso es lo que pido.

–Como obrero que eres, trabajador, ¿no tienes conciencia de clase?
–Sí, claro, y yo he vivido muy bien cuando ha estado gobernando la derecha en este país. Es cuando más dinero he ganado.

–Pero, ¿vas a votar a Vox? Es que me has dejado…
–Sí, sin dudarlo, y mi mujer también.

–Tu mujer, ¿a qué se dedica?
–Trabaja en un supermercado.

–¿Es clase trabajadora también?
–Sí, porque dice que es el único partido que protege a la mujer.

–¿Cómo?
–El único partido que protege a la mujer.

–Estás loco, eh.
–Promueve la cadena perpetua para los asesinos de las mujeres.

La charla sigue, porque el entrevistado declara su afición taurina como otra de las razones para su voto al partido de Abascal y la sorpresa, entre consternada y jocosa, continúa. Lo interesante es cómo se presenta el vídeo del obrero en CTXT. Así: "Hay obreros de derechas y obreros de extrema derecha. Aquí tienen uno. Juzguen ustedes mismos". Igual que en las ferias ambulantes anunciaban a la mujer barbuda, al hombre elefante, a la vaca de dos cabezas o al chivo de seis patas, pero con moralina: juzguen la monstruosidad ustedes mismos.

Más aún. Porque la exhibición del monstruo sirve para llamar a la participación electoral:

Willy Veleta [el reportero] no sale de su asombro con este obrero que el domingo va a votar a la ultraderecha. "Mi mujer también va a votar a Box [sic] porque dice que es el único que protege a la mujer". Si esto no os anima a acudir a las urnas el 28-A, ¡mamma mia!

La parada de los monstruos, o sea, del monstruo, concluye:

Cerramos con este votante de Box (sic) y seguimos con otras opiniones en este hilo. Pero antes de irse este trabajador también defiende su derecho a sentarse en una plaza de toros y ver cómo torturan a un animal.

Han torturado lo que dijo el entrevistado, pero también se podría decir que el obrero los ha torturado a ellos simplemente por no ser como tenía que ser. Por no ser un mero replicante de sus dogmitas. Por no ser de izquierdas. Por tener ideas propias. Por expresarlas. Pasada la estupefacción que les causan los trabajadores que no se ajustan a su molde, en venganza, los exhiben como atracción de feria y se ríen de ellos. ¡Clasistas! Cuando los intelectualos de izquierdas descubren a los obreros, no les gustan.

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