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Federico Jiménez Losantos

Los pactos de Madrid o el atasco en el Everest

Es injusto, ridículo y, a la larga, lo castigará el electorado ese "apartheid" de Cs contra Vox, porque en apenas un año haciendo bien su trabajo parlamentario Abascal debe dejarlo en ridículo.

Es injusto, ridículo y, a la larga, lo castigará el electorado ese "apartheid" de Cs contra Vox, porque en apenas un año haciendo bien su trabajo parlamentario Abascal debe dejarlo en ridículo.
Albert Rivera y los candidatos de Ciudadanos, durante la noche electoral. | EFE

Pocas imágenes muestran mejor la degradación contemporánea de una actividad que simbolizaba el esfuerzo individual como ese sudoroso pelotón gregario que hemos visto haciendo cola en el Everest para llegar a la cima, igual que los que esperan en la cola de los remontes para poder esquiar un rato. La parte de ese proceso, que celebro, es la democratización y el bienestar que hoy tiene una parte tan grande de la población mundial que lo que hace medio siglo era la foto de Edmund Hillary y su sherpa Tensing, primeros en llegar a la cima y que yo coleccionaba en cromos cuando niño, es algo que muchos entienden como ejercicio, no como reto.

Si la parte positiva es la propiedad extendida y la libertad de disponer de medios y tiempo para hacer algo antaño reservado a una minoría, la negativa es la pérdida de sentido de una vivencia en favor de la foto, contar las veces que uno ha llegado a la cima… tras esperar a que un improvisado guardia urbano himalayo, le dé paso. Como si un automovilista contara las veces que ha cruzado un semáforo. Uno de los colistas del Everest lo había coronado ya siete veces. ¿Para qué? Hay otras montañas altísimas que coronar y donde uno se juega la vida igual, sin peligro de morir aplastado por una avalancha no de nieve sino de alpinistas. Masificación, vulgaridad.

La reconquista de Madrid

Pocos hechos más dignos de celebrar que el ejercicio de votar en paz a un alcalde de Madrid, o al que presida su Comunidad, que es donde se vive más libremente y la que más aporta al arca común de los españoles. Y no recuerdo una noche de júbilo como la que hace dos domingos tuvieron los votantes del PP, Ciudadanos y Vox al ver que la suma de los tres podía conservar la Comunidad y desalojar a los comunistas del Ayuntamiento.

Sin embargo, en una semana, los votantes se han visto frustrados por los ninguneos, postureos y chulerías de unos políticos que han tardado muy poco en olvidarse de su gran promesa electoral: nada impediría echar a la Izquierda del Ayuntamiento, ni mantener la Comunidad con los impuestos más bajos, la mejor atención sanitaria y la mayor libertad educativa de España, con permiso escolar de Castilla y León, a la que Cs dice ahora que quiere "cambiar de régimen"… e imponer el del PSOE en Andalucía.

Lo que Javier Somalo llamaba ayer la "prevaricación ideológica" de los partidos de centro y derecha tiene distintos grados de intensidad. Como en Andalucía, el PP dice que quiere pactar con todos y es el que queda mejor. El peor, Ciudadanos, empeñado en volver a tratar a Vox como apestados mientras se junta, refriega, restriega y alía con el PSOE y el PSC, a los que durante toda la campaña ha negado su condición constitucional y española. Valls ha alcanzado el nivel de esperpento a la francesa que cabía esperar: tras una campaña feroz contra Colau se ha ofrecido a pactar con ella sin condiciones, para impedir que la alcaldía sea del separatista Maragall. ¿No ha demostrado ya Colau que es separatista y rabiosamente antiespañola? Sí, pero Rivera prefiere ahora apoyar al PSC de Iceta, como si con 'Prevaritxell' y 'Quecrúz' no fuera el triple escaparate de la sumisión separatista del PSOE.

Abascal es más de fiar

Sin embargo, la apuesta de Rivera por hacerse con el liderazgo de la Derecha, tan legítima como fallida en las Generales, y más todavía en las municipales y autonómicas, ha llevado a Ciudadanos a una indefinición total en su política de pactos, tan lamentable como previsible en un partido que pacta con el PSOE en Andalucía y con el PP en Madrid, pero que se declara virgen en el Sur y mártir en el Centro… martirizando al PP. Y que sonaría menos a traición si no se alejara del modelo andaluz que Rivera ha defendido en esta campaña, cuando se veía líder de la oposición a Sánchez.

Lo que nadie esperaba es que, al complejo de superioridad de la izquierda, asumido por Cs con el latiguillo, calcado de la Izquierda, de condenar la llamada ultraderecha de Vox, se le añadiera un súbito orgullo de partido totalmente ajeno a lo que Abascal definió como un movimiento patriótico que defendía ciertas ideas y valores satanizados por la izquierda cultural pero que la Derecha del PP y el Centro de Cs no se atreve siquiera a discutir. Así, la Ley de Violencia de Género, la de Memoria Histórica o la profanación de la tumba de Franco, dentro de la canonización del Frente Popular, asesinatos y checas incluidas, en la II República y la Guerra Civil.

Aclaremos las cosas: es injusto, ridículo y, a la larga, lo castigará el electorado ese "apartheid" de Cs contra Vox, porque en apenas un año haciendo bien su trabajo parlamentario Abascal debe dejarlo en ridículo. Pero también es ridícula la reacción especular de oponer a la falta de una foto de negociación la necesidad de cualquier foto, aunque no sea de negociación; el plantear frente al rechazo insostenible de Cs el empeño no menos insostenible de querer mantener la misma relación con Díaz Ayuso y Almeida, que siempre defendieron pactar con Vox, que con Ciudadanos, que ni siquiera han sido un aliado pacífico del PP en Madrid, compitiendo por un mismo electorado. Cs sigue haciendo lo mismo al atacar a Vox, porque es su modo de hacerse valer ante el PP… y la izquierda mediática, a la que todos temen y ante la que todos se retratan: unos, exhibiendo algo así como un certificado de pureza de sangre democrática… expedido en París; otros, exhibiendo el orgullo español herido por los de París… y Barcelona.

A mi juicio, los de Cs se pasan ofendiendo; y los de Vox, se pasan de ofendidos. Porque, al cabo, ¿qué era lo más importante para todos ellos durante la campaña electoral: convencer a los votantes de que volvieran a hacerlo para echar a Carmena y evitar la victoria de Gabilondo y Errejón. Por poco, pero se logró. ¿Qué derecho tienen, unos y otros, a poner en peligro ese triunfo popular, agónico, en el que nos volcamos los escasos medios de comunicación enemigos del comunismo y el socialismo, porque ambos son herramientas del separatismo contra la Nación y la Libertad? Es verdad que tiene más culpa Rivera que Abascal, pero, entre los líderes de la Derecha, a Abascal le compraríamos un coche usado; a Rivera… en fin.

Patriotismo es sacrificio

Por otra parte, para el sistema representativo que los separatistas buscan destruir y al que Vox, con un grupo de 24 escaños, pertenece de hecho, de derecho y muy meritoriamente, es letal que el partido que más ilusión ha despertado entre jóvenes y nuevos votantes caiga en el mismo sectarismo de partido de los demás, siempre opuesto al interés nacional. Patriota es la persona o partido que prefiere perder algo a lo que cree tener derecho antes que perjudicar a España. Poco patriota, el que prefiere ganar, legítima o ilegítimamente, aún a costa del interés del conjunto de la nación.

Yerran los flamantes representantes de la soberanía nacional por Vox si creen que los ciudadanos, que son votantes, no distinguen entre los que se sacrifican por el bien general y los que prefieren el lucimiento particular. En Andalucía han pasado de 400.000 votos a 600.000, luego no les está perjudicando más que en su orgullo, "la negra honrilla" de Sancho Panza, el ninguneo de Ciudadanos y el remoloneo del PP en cumplir lo pactado. La tarea de conjunto de la nueva Junta está siendo extraordinaria. Y de ello puede presumir Vox más que nadie, que la apoya sin devengar nóminas.

¿Acaso no es más importante la notable bajada de impuestos y la reducción de las listas de espera que la lentitud en desmantelar la Memoria Histórica? ¿No se va consiguiendo, demasiado lentamente, pero sólo llevan unos meses, ir cerrando, uno tras otro, los chiringuitos creados por la Ley de Violencia de Género? ¿Y a quien cabe atribuir ese mérito salvo a Vox?

La humillación sería perder Madrid

¿Tan poca confianza tienen en España que piensan que nadie se da cuenta? ¿Creen que si es Vox el que públicamente se sacrifica frente al postureo progre de Ciudadanos en Madrid, los madrileños no se lo recompensarán? Dicen que no lo hacen porque les humillen (no humilla quien quiere sino quien puede) sino porque humillan a sus votantes. ¿Y creen que sus votantes merecen, para salvar su orgullo, que Carmena y la Izquierda los maten a impuestos, adoctrinen a sus hijos y unan a la capital de España y a su comunidad más próspera al Frente Popular y Separatista?

Ni lo cree, a nada que lo piense, ningún responsable de Vox, ni lo cree, aunque lo tema, el PP de Madrid, ni lo teme, porque no lo cree, el sectarismo irresponsable de Ciudadanos. Pero, sobre todo, los que no nos lo podríamos creer, ni lo perdonaríamos jamás, seríamos los que salimos a votar a cualquiera de los tres partidos a pesar de la razonable depresión tras las generales, porque pensamos que Madrid no puede ni debe perderse. Lo más ridículo del mundo sería que un atasco no nos dejara llegar al Everest.

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