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Emilio Campmany

El cateto rencoroso 

Esa paletería de criador de ganado de pueblo que se cree que se ha ganado el derecho a plantar al alcalde que le afeó su comportamiento es intolerable

Esa paletería de criador de ganado de pueblo que se cree que se ha ganado el derecho a plantar al alcalde que le afeó su comportamiento es intolerable
Pedro Sánchez y el Rey | EFE

Este presidente que padecemos, esta especie de doncel tontilindo salido de una comedia de Múñoz-Seca, este galán de cine español de serie B de los años sesenta, este lerdo tóxico, ensoberbecido, del que no se puede decir que le adorne ninguna virtud, está empeñado en demostrar que también carece de buena crianza. Ningún presidente del Gobierno puede permitirse ser tan mal educado como para llegar una hora tarde a una cita con el jefe del Estado. El feo no se lo hace al rey, aunque también. Se lo hace a todos los españoles, incluidos los votantes socialistas y los de ideología republicana, porque a todos representa don Felipe. Esa paletería de criador de ganado de pueblo, nuevo rico, que se cree que se ha ganado el derecho a plantar al alcalde que le afeó su comportamiento es intolerable.

Para empezar, el rey no le ha hecho ningún feo. Le ha recordado que el sistema está para llegar a acuerdos de gobierno y no para que haya unas elecciones tras otras, tantas como hagan falta, hasta que Sánchez obtenga la mayoría suficiente por aburrimiento del electorado. Que el PP torpemente haya aprovechado las sensatas palabras del rey para proponer a Casado como candidato a investir con la abstención del PSOE y dar la impresión de que era eso en lo que estaba pensando Felipe VI cuando dijo preferir que no hubiera nuevas elecciones, no autoriza a Sánchez a comportarse con él con las formas de un gañán. No es perdonable ni siquiera con la alegación de que, a fin de cuentas, eso es lo que Sánchez es.

Cualquier presidente del Gobierno español tiene un poder casi omnímodo, muy superior al del primer ministro inglés o al del presidente del Consejo italiano, por poner dos ejemplos de regímenes parlamentarios. Y, a pesar del mucho que tiene, a Sánchez todavía le incomoda el poco, aunque importante, que le queda al rey. Naturalmente, más allá de la estupidez, la soberbia y la falta de modales, está el deseo de minar la autoridad del rey. Y la clave no está tanto en que Felipe VI haya cumplido con su obligación de recordarle al presidente del Gobierno la suya. La clave es el discurso inmediatamente posterior a la intentona de golpe de Estado en Cataluña que, dicho sea de paso, tanto incomodó a Rajoy. Ese discurso demuestra que el rey no va a transigir, en la medida en que lo permitan sus escasísimas atribuciones, con los planes de Sánchez para el futuro de España. Esos planes están condicionados por lo que se negoció con la ETA, por la declaración de Granada, por lo que se estaba negociando con los independentistas catalanes, relator mediante, cuando se convocaron las elecciones y que no son otros que los planes que nacionalistas vascos y catalanes han pactado con los socialistas de sus respectivas regiones. Son estos socialistas los que sostienen a Sánchez al frente del PSOE y por eso está inevitablemente sometido a sus odiosos designios. Así que, claro que Sánchez es un cateto maleducado y rencoroso. Pero no sólo. Es más cosas, mucho peores.

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