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Javier Somalo

Ahora sí que otra vez no

Pedro Sánchez se ha ganado a pulso que, si fuera necesario pactar con el PSOE, sea condición sine qua non que él no esté al frente.

Nos han acostumbrado a que ningún partido puede ganar unas elecciones generales con mayoría absoluta. De momento, esa es la única certeza y punto común de todos los candidatos. Por eso, todo el interés se concentra en los pactos postelectorales, siempre incógnitas al no haberse consolidado coalición previa alguna.

El juego de la campaña electoral consiste pues, en dirigirse al votante ajeno para advertirle de que su voto podría servir a intereses contrarios y que, para evitar rodeos, lo mejor es votar al que les habla en ese momento, único garante de una salida sensata ante tanto partido. Sucede por igual en los dos bloques ideológicos pero creo –si los jefes de campaña no lo estropean mucho– que será más dañino en el de la izquierda.

En un acto electoral del PSOE en Vitoria, Pedro Sánchez ha dicho:

"Escucho a Iglesias decir que tenemos que impedir la gran coalición entre PSOE y PP. Le voy a lanzar a él y a todos los que le votan un compromiso, y cuando digo una cosa la cumplo: no vamos a hacer ninguna gran coalición con el Partido Popular".

A primera vista parece una estrategia hábil porque permite presuponer que a Pablo Casado no le importaría e incluso que lo valora como opción. sí que, con la frasecita conseguiría contentar a sus devotos, molestar a los votantes indecisos del PP y despreciar por innecesario al partido de Pablo Iglesias. Pero es que a Sánchez no le hace falta que Casado o Iglesias tengan planes. Ya se los hace él para luego poder echárselos por tierra antes de que abran la boca. Es como si, de pronto, un desconocido te espetara: no pienso aceptar que me invites a cenar. Si no eres muy rápido, se te puede quedar cara de imbécil y eso es lo que buscan los partidos que lo fían ya todo al debate televisado y concienzudamente tuiteado y retuiteado del próximo lunes.

En el plano ideológico, Sánchez lleva tiempo trabajándose "la España de las nacionalidades" que, bajo la apariencia de un patriotismo ecuménico, esconde toda nuestra historia en una reinterpretación delirante que va a parar a un falso federalismo de los pueblos, que son las españas. Como su tesis doctoral, el bodrio no tiene nada suyo y nada nuevo porque ya fue desarrollado en los años 40 por Pere Bosch-Gimpera y plasmado por Anselmo Carretero en una especie de interminable manual de prehistoria aplicada titulado "Las nacionalidades españolas". Pero Sánchez dice que es lo que reza el artículo 2 de la Constitución española y que está dispuesto a cumplirlo para vender novedades a los separatistas que finjan arrepentimiento.

Paralelamente, el presidente en funciones ha puesto en marcha una estrategia electoral de aparente mano dura contra el separatismo que ha incendiado Barcelona sin llegar a admitir jamás que se trate de un golpe de Estado, ha suspendido un partido Barça-Real Madrid por cuestiones de seguridad pero ha invitado al mundo de Greta a una cumbre sobre el clima, porque en Chile está la cosa que arde, y no duda en animar a los españoles de Cataluña a votar con absoluta normalidad en un colegio electoral que todavía huele a gasolina y que promete apestar. El juego de las contradicciones de Sánchez todavía puede reservarnos alguna desgracia de última hora.

En resumen, el lema del PSOE bien podría ser "Para un roto y para un descosido, vota PSOE", traducción popular del oficial "Ahora, sí" que, de momento, ha empezado en "Con Casado, no", secuela del coreado "Con Rivera, no" que se plasmó en el "contigo no" a Iglesias y que confirma el único legado intelectual de Sánchez: "No es no". Y, en su afán regresivo tras la exhumación de Franco, no descartemos que adopte también aquel "De entrada, no" dedicado a principios de los ochenta a la OTAN por el PSOE de Felipe González y que culminó, en 1986, con ese "En interés de España, vota sí", lema del ya presidente González para el referéndum de permanencia en la misma Alianza Atlántica. Quieren borrar la Transición pero no hacen más que recordárnosla en versión cutre.

Pedro Sánchez, el "doctor No", es la nada más peligrosa para España, puro vicio por el poder y auténtico vacío de poder. Lo único probado es que llegó a él gracias a la más cuidada extracción de los declarados enemigos de España. ¿Les dirá también a ellos que no? Pues no.

En todo caso, Pedro Sánchez se ha ganado a pulso que, si fuera necesario pactar con el PSOE, sea condición sine qua non que él no esté al frente. Puestos a jugar con las negaciones afirmativas o viceversa sería como un rocambolesco pero oportuno "sí es no".

Pero si Pablo Casado, Albert Rivera y Santiago Abascal consiguen localizar al adversario, ahora sí, Pedro Sánchez se iría a su casa. Porque si el bloque del centro derecha alcanza números para gobernar, aunque en campaña primen los lemas sobre el interés general, lo terminará haciendo. Y esa ventaja no la tiene la izquierda.

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P.S. Según los corresponsales políticos de Libertad Digital, que están cubriendo de forma ejemplar esta campaña, el debate de portavoces parlamentarios celebrado en TVE ha tenido dos claras protagonistas: Cayetana Álvarez de Toledo y Adriana Lastra. Y, según parece, en el PSOE sólo confían en que un viernes de Todos los Santos la cosa haya tenido poca audiencia. Aun así, la brillante intervención de Cayetana ha terminado cayendo en el último minuto en lo que señalaba al principio de este artículo, escrito antes de que concluyera el debate: "Votando a Sánchez no habrá Gobierno, pero votando a Cs o a Vox, tampoco. Sólo habrá Gobierno si gana Pablo Casado. Por eso, pido que no tiren su voto". Pues no son tiempos para ortodoxias de partido.

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