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Pablo Planas

Acatar o reírse de la Constitución

La sesión del martes no podía dejar de ser un esperpento aderezado por los empujones literales entre liberales y tradicionalistas.

Imposible discutirle a Agustín Javier Zamarrón, el diputado a Cortes más veterano, su buena voluntad a la hora de ordenar la sesión constitutiva de la XIV Legislatura. Confirma el refrán que el infierno está empedrado de buenas intenciones. El hombre es el vivo retrato del Unanumo que interpreta Karra Elejalde o de un Valle Inclán de Burgos que se gasta la prosopopeya propia de un casino provincial de antes de la guerra, la austrohúngara.

A saber qué se propone transmitir con ese aspecto. Lo mismo le han dicho que resulta hipster. Quién sabe. Ya ha tenido dos minutos de gloria. En su currículo dice que es médico. Una pena que, habiéndose dedicado a tan noble profesión, vaya a pasar a la historia como el tío de las barbas que dice chorradas en el Congreso. Y como no hay dos sin tres, lo mismo la historia parlamentaria le da una tercera oportunidad en breve de presidir la Mesa de Edad en otro arranque parlamentario.

Con esos aires, la sesión del martes no podía dejar de ser un esperpento aderezado por los empujones literales entre liberales y tradicionalistas y las traiciones entre la derechita cobarde y la derechona torera. Peccata minuta al lado del espectáculo del acatamiento de la Constitución de algunas de sus señorías, capaces de prometer por el Athletic de Bilbao, de jurar por Snoopy, de invocar la república catalana, la vasca o la navarra, el imperativo legal, las Trece Rosas o el planeta Tierra, cualquier cosa antes que resolver el trámite como las personas, con un "sí, juro" o "sí, prometo" escueto, cabal, legal y respetuoso con el conjunto del pueblo que les paga el sueldo y los privilegios.

La mayoría de los que recurren a tan imaginativos procedimientos para burlarse de España y de los españoles se ceñirían a la norma si se les advirtiera, un suponer, de que la adición de coletillas en el trámite podría acarrear la retirada del teléfono móvil y la tableta que se entrega a sus señorías cuando asumen la condición de tales. Ocurre, sin embargo, que la abstención de estos personajes es necesaria para que Pedro Sánchez sea investido presidente, de modo que ni Meritxell Batet, presidenta del Congreso, ni Pilar Llop, del Senado, han exhibido el decoro y el cuajos necesario para evitar el escarnio.

Y esos diputados y diputadas que se descojonan de la Constitución Española que pasado mañana cumplirá 41 años son los mismos que ponen el grito en el cielo cuando un magistrado del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña no se dirige a Torra como "molt honorable" o echan espumarajos verdes cuando los diputados autonómicos de Ciudadanos y el PP permanecen en silencio mientras los separatistas berrean Los Segadores al término de cada sesión que consideran histórica en el Parlamento regional catalán. Sí, esos que dicen que silbar y abuchear el himno de España es libertad de expresión.

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