Es tal el grado de propaganda negra –que es la que se difunde con el propósito de que la mentira triunfe– que hay que recurrir a los hechos de primera mano, a las cosas mismas experimentadas. El sábado fui a la farmacia de un pequeño pueblo de la sierra sevillana en el que estoy confinado desde hace nueve días. Pedí mascarillas y guantes porque había tenido que embozarme tras un protector contra el desbroce de hierbas que conservaba, y la respuesta fue que no, que no había. Ni se los esperaba. Por la calle, algunos vecinos que iban a la compra las llevaban y la mayoría no.
He preguntado en Jerez, en cuya residencia sanitaria trabaja un familiar directo, para comprobar lo de las mascarillas y los guantes. Sólo se tienen los que se tenían. No han llegado nuevos envíos. En las farmacias tampoco hay. Y se me confirma que los conocidos como 'test rápidos' no habían llegado a las 10:35 del domingo, aunque se espera que lo largo de la semana vayan llegando. Pero ni se sabe cuántos ni se sabe cuándo.
Por la noche, me dispuse a escuchar al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que largó un discurso estilo Fidel Castro por lo extenso y por lo vacío, todo atiborrado de datos de futuro. Que si los test rápidos iban a llegar, que iban a distribuirse hasta un millón de mascarillas, que si los expertos, que nadie conocía antes la envergadura de la crisis sanitaria, que si Madrid es el infierno, que si viva lo público, que si patatín, que si patatán. Pero con lo que ya sabemos de verdad, sin mezcla alguna de propaganda negra, no hubo respuesta para las cuestiones siguientes:
1) ¿Por qué no hay mascarillas ni guantes en las farmacias españolas y escasean o faltan en muchos hospitales públicos y privados?
2) ¿Por qué, de ser cierto lo que ha dicho el ministro Pedro Duque (que ya desde el 2 de febrero se articularon cambios legales que culminaron en el decreto-ley del estado de alarma y que desde mediados de enero se conocía la gravedad del virus), el Gobierno no se aprovisionó del material necesario para afrontar tan grave situación y se permitieron actos públicos irresponsables?
3) ¿Por qué no eligió en su momento la vía (sur)coreana, que consiste en realizar cuantos más test rápidos, mejor, para impedir la formación de núcleos infecciosos de mayor envergadura, lo que ha llevado en Corea a reducir contagios y mantener un número de muertes reducido? ¿Cómo es que no hubo previsión sobre la provisión de test rápidos?
4) ¿Por qué Alemania, teniendo un número de infectados reconocidos parecido, en estos momentos superior, al español, presenta cifras de fallecimientos muy inferiores? Sólo lamenta 95, mientras España llora ya a 1.381.
Y una coda: ¿cómo es que la Unión Europea no ha dispuesto de un plan compartido y coordinado para la crisis?
Tras el discurso vacío de respuestas para lo importante, y sin aclarar casi nada, vino el cachondeo de unas preguntas seleccionadas, preconocidas y preparadas. Ni ABC, ni El Mundo, ni la COPE, ni siquiera la SER ni otros muchos pudieron preguntar nada. De Libertad Digital y esRadio ni hablamos, claro. Pero sí pudieron El País, RNE, Diario 16 (que apenas existe en realidad), Avui… Nada de respeto alguno por las mínimas formas de neutralidad.
Así que concluí que muy mal tendrán que ir las cosas en las encuestas que se seguirán haciendo, como siguen su curso los indultos a los condenados separatistas por golpistas, para que Sánchez nos largara ese tocho de nadas para tratar de justificar lo que ni ahora ni luego tendrá justificación. Lo que se ha hecho y se está haciendo con España es imperdonable.
Ahora toca resistir, pelear, sobrevivir. Pero si algunos creen que lo que ha pasado y pasa se va a diluir en propagandas negras, vacías y deformantes, se equivocan. Ni olvidamos ni perdonaremos.

