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Javier Somalo

A Casado le sale un emérito

Casado no ha hecho sino acercarse a Rajoy. Y de la compartida barba le ha brotado un emérito que amenaza con acompañarle mucho tiempo

Ya puede hundirse el mundo, que si al PP le asoma la corrupción, por presunta que sea, hay que hacer algo cuanto antes por el bien de España.

Francisco Martínez, el número dos de Interior en la época de Jorge Fernández Díaz, abandonado por los suyos, ha agarrado la manta o la sábana bajera de la Gürtel y está dispuesto a sacudirla de lo lindo desde el balcón más alto de la 13 Rue de Génova, donde los creativos cuelgan frases raras. Inmediatamente, los medios de comunicación han dirigido el foco antiaéreo hacia allí porque es allí donde peor se defienden y porque de las traiciones siempre salen grandes historias que han de llenar horas de televisión.

La Gürtel nos llevó a una moción de censura que a su vez nos condujo al verdadero Mariano Rajoy. El episodio de corrupción seguramente no merecía un cambio de Gobierno y España no se merecerá jamás el Gobierno que nos cayó, pero el presidente sí mereció su salida, así del Congreso como, ocho horas después, del restaurante Arahy, antiguo Club 31, y del Gobierno de España. Pudo haber muchas alternativas a aquella encerrona para que un país no quedara a expensas de la Liga subversiva que nos gobierna, una especie de redivivo Frente Popular de (más) baja estofa y similar pedigrí. Pero el personalismo y la inquebrantable disciplina de “no hacer nada”, tan propia de Rajoy, redujo la resistencia a unos brindis a mala hora.

La moción abrió paso a la sucesión en el PP y a la “crisis del bolso”, por aquel guardés de piel que sentó Soraya en el escaño del todavía presidente mientras unos le censuraban, ella se postulaba y él se saturaba.

Lo que se sabía entonces del caso Gürtel no era ni la centésima parte de lo que quería ignorarse sobre los ERE andaluces, por poner un ejemplo de las infinitas tramas del régimen manolochavista que han dado a Pedro de Tena para quedarse sin tinta varias veces al mes durante muchos años. Pero si era cosa del PP había que cambiar el Gobierno, igual que si la pandemia sufre rebrotes hay que remover a Ayuso pero no a Simón o a Illa. Estamos acostumbrados. Todos menos el PP.

Tras las primarias del abanico, Pablo Casado toma el relevo y, poco a poco, empieza la historia de siempre: el brillo del segundo plano languidece a la luz del sol. En no demasiado tiempo, Aznar empezó a ser para Casado como el González de Sánchez y en Génova se pusieron a estudiar si convendría dejarse una moderada barba política. Aun así, los primeros pasos de Casado apuntaron a un prometedor manotazo en la quietud del charco genovés. Es lo que pareció cuando aparecieron los nombres de Javier Fernández Lasquetty y, después, Cayetana Álvarez de Toledo. Afortunadamente, el primero está donde debe estar un liberal: en Hacienda. Pero la segunda ha dejado de estar donde debería estar otro liberal: en el Congreso. Y así el PP tendría las dos patas de la política: ideología y gestión y hasta serían compatibles, cosa no siempre posible, desde luego no en la izquierda radical.

Nada de esto significa que Casado lo haga todo mal. Sigue siendo un brillante orador sin papeles, uno de los mejores. El problema es que las palabras, las suyas, se las lleve el viento, a veces con la violencia de un repentino tornado. Y eso ha sucedido, sospecho, por la manía de medirse con Vox, por retroceder para no coincidir, por distanciarse de algunos discursos que el propio Casado defendía en su etapa de alternativa a Rajoy. Sé lo que opinaba Casado de la Memoria Histórica, de la única independencia judicial posible, del terrorismo blanqueado en partidos que deberían ser ilegales, de las leyes de violencia de género contrarias a la igualdad, del comunismo y hasta de Rajoy… No sé si ha variado su opinión personal sobre todo ello pero no me explicaría que lo hubiera hecho sólo para no coincidir con otro partido que nació, precisamente, de los vacíos del PP.

En cuanto a táctica política no aprenden ni aprenderán lecciones jamás. Ni las propias ni las ajenas. Ahí tienen la grosera estrategia de todo un Gobierno para cargarse la monarquía de Felipe VI a través de su padre, que todavía no ha sido llamado por un juez, para sortear el último obstáculo hacia su cambio de Régimen. La diferencia, notable, es que Felipe VI se ha ganado la autoridad, especialmente tras el golpe del 1 de octubre, y hace tiempo que marcó las lógicas pero dolorosas distancias con la parte más perjudicial del legado de su padre, hermana y cuñado incluidos. Casado no ha hecho sino acercarse a la herencia de Rajoy cuando no al propio Rajoy. Y de la compartida barba le ha brotado un emérito que amenaza con acompañarle mucho tiempo y hacerle cómplice de todo, no en el estricto sentido jurídico sino en el mediático, que es casi peor.

Casado estará, quiera o no, en cada portada y en cada telediario —y en los programas de humor y en los musicales y en memes— junto a Jorge Fernández Díaz, Rajoy, Cospedal, chóferes pluriempleados, maderos de tasca, curas de pega y demás chapuzas, propias del que se dedica a buscar al enemigo dentro teniéndolo fuera, el suyo y el de casi todos. Se publicarán muchas noticias del PP… y Pablo Casado —insistirán— es del PP por más que rebaje a testimonial su presencia como diputado raso por Ávila en el momento de los hechos que se investigan.  

Si con los ERE andaluces y los Pujol desatados lo único importante era Bárcenas, el caso PP será el “caso Casado” aunque Pablo Iglesias, vicepresidente del Gobierno, sea procesado en cualquiera de los múltiples frentes judiciales que le acechan dentro y fuera de España. La cloaca, el espionaje y la policía política, han sido las tramas favoritas del líder de Podemos hasta que le alcanzaron a él mismo. Ahora tiene mucho más fácil salir de cualquier atolladero parlamentario o mediático adornando hacia los demás los insultos o imputaciones que él merecería. Con una ventaja añadida: Iglesias está en el Gobierno y como reconoció el propio presidente en RNE, la Fiscalía obedece. Vaya si lo hace. ¡Y lo bien que se llevan algunos fiscales con el partido morado! Además, ya está a la vista una comisión de investigación pergeñada por Adriana Lastra y Pablo Echenique que, sin duda, saldrá adelante con el apoyo del resto de grupos que permiten gobernar a Sánchez y que siempre agradecen una oportunidad contra el PP, incluido Ciudadanos.  

Es todo desproporcionado cuando le toca a la derecha pero sin duda asomarán escándalos ciertos que serán instruidos y filtrados con todo detalle y se convertirán en orden del día en ese Congreso que borra de sus actas las frases que no le gustan, robando impunemente fuentes a la Historia. Lógico, si ya está en capilla la nueva Memoria de Calvo, la que marca y selecciona nuestros recuerdos presentes y futuros. 

Propios y extraños tratarán de dar caza a Casado. Los extraños porque el caso Kitchen es una oportunidad de oro para derribar más obstáculos pero también tinta de calamar de primera calidad para desviar la atención de otros escándalos; los propios, para vengar aquellas primarias del abanico. Casado, heredero de su propio emérito, terminará echando de menos una réplica solvente de Cayetana Álvarez de Toledo.

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