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Los complejos del PP con Vox

La abstención del PP ante la moción de censura de Vox parece la postura más lógica, si se quiere no incidir en la fractura del centro-derecha.

La abstención del PP ante la moción de censura de Vox parece la postura más lógica, si se quiere no incidir en la fractura del centro-derecha.
Pablo Casado y José María Aznar, en una imagen de archivo. | EFE

Acaba de decir José María Aznar: “Si yo fuese diputado del PP, votaría ‘no’ a la moción de censura de Vox”, argumentando esa postura de la siguiente forma:

Me parece una moción absolutamente inoportuna, condenada al fracaso, y sólo va a servir para consolidar el proceso de fragmentación en el centro-derecha y para consolidar a la coalición del Gobierno.

Es muy libre Aznar de tener esa posición, por otro lado nada novedosa, ya que siempre ha mostrado sus reticencias hacia el partido de Abascal. Su apuesta ha sido el entendimiento del PP con Ciudadanos, es decir, con aquellos que están teniendo un comportamiento absolutamente desleal en la Comunidad de Madrid con Isabel Díaz Ayuso, que son los mismos que se han echado en brazos de Pedro Sánchez, apoyándole en todas las prórrogas del estado de alarma o sentándose a negociar los Presupuestos.

Esta postura de Aznar de no querer saber nada con Vox es compartida por diversos miembros de la dirección del PP, así como por algunos barones regionales. Recuerda bastante ese rechazo al que se produjo en los últimos estertores de la UCD, a comienzos de la década de los 80, con respecto a Alianza Popular, partido del que formaba parte Aznar. Entonces, el líder de AP, Manuel Fraga, propuso a UCD buscar fórmulas de entendimiento para afrontar las elecciones generales de octubre de 1982, en las que el PSOE obtuvo 202 escaños. El ofrecimiento de Fraga fue rechazado de forma tajante por los entonces dirigentes del partido centrista. El resultado se recogió en las urnas: AP pasó de 9 a 107 diputados y UCD bajó de 168 a 11. Fue el fin del partido fundado por Adolfo Suarez.

En los momentos tan graves que desde el punto de vista institucional y social está viviendo España, por mor del proceso de degradación del sistema constitucional del 78 que está llevando a cabo el Gobierno social-comunista de Sanchez e Iglesias, se entiende muy mal la falta de entendimiento, de diálogo, de voluntad de buscar puntos de acuerdo, entre los dos partidos que a día de hoy ocupan el espacio del centro-derecha.

Si en el PP piensan que lo de Vox es algo pasajero y que los que a día de hoy votan al partido de Abascal volverán más pronto que tarde a la casa popular, se equivocan de plano. Vox ha llegado para quedarse, gracias entre otros motivos al vaciado ideológico al que Rajoy sometió al PP durante los años de su presidencia. Como también es un error que algunos dirigentes de Vox puedan pensar que su partido está llamado a sustituir al PP porque este acabará desapareciendo como en su día le pasó a la UCD. Ni una cosa ni la otra. A efectos de poder llegar al Gobierno y desalojar del mismo a la coalición social-comunista, da lo mismo que el PP crezca diez escaños y Vox baje cuatro o viceversa. Sin poder contar ya con Ciudadanos –que ha elegido el camino de la irrelevancia política–, la suma entre ambos partidos no da para gobernar. Agradézcanselo al señor D’Hondt.

Por supuesto que es discutible la oportunidad del momento elegido por Vox para presentar la moción de censura. Por otra parte, también la podía haber presentado el PP, como una forma de ejercer su papel de principal partido de la oposición. Pero de lo que no cabe ninguna duda es de que hay motivos más que sobrados –y cada semana van aumentando– para censurar a este Gobierno. Casado tendrá que tomar una decisión sobre cuál será al final el voto de su partido en la moción de censura. Se puede llegar a entender que no vote a favor, porque entonces se le podría decir: ¿y por qué no la has presentado tú? Lo que una buena parte de su electorado no entendería es que votara no, como proponen Aznar y otros dirigentes del PP. La abstención parece por tanto la postura más lógica, si se quiere no incidir en la fractura que existe en el espacio del centro-derecha, que al final está obligado a entenderse y a unir fuerzas para hacer frente a la deriva suicida del Gobierno social-comunista.

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