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Cristina Losada

La ciencia de eludir el control parlamentario

Si hay unos expertos que invitan a eludir durante medio año la aprobación parlamentaria de un estado que limita derechos fundamentales, que salgan del anonimato. Ya.

Si hay unos expertos que invitan a eludir durante medio año la aprobación parlamentaria de un estado que limita derechos fundamentales, que salgan del anonimato. Ya.
Fernando Simón y Salvador Illa. | EFE

Sobre la ciencia en la que se basan las decisiones del Gobierno para afrontar la epidemia podía uno tener dudas razonables antes de este segundo estado de alarma. En especial, porque la ciencia en la que el Gobierno dice basar sus decisiones tiene por costumbre no explicar sus cambios de criterio, cambios que se producen a veces en pocos días, y renuncia al análisis de la experiencia.

La intervención del presidente del Gobierno para anunciar el estado de alarma y el toque de queda general fue notable por esas carencias. No dio ninguna explicación de cómo hemos llegado de la prometedora nueva normalidad al sombrío nuevo estado de alarma. Oyéndole, resulta que simplemente ha sido así; un proceso natural e inevitable, ley de vida. El único ítem explicativo que proporcionó fue el cambio de estación, cuando el asunto no es el cambio de estación en sí, sino la mayor permanencia en espacios cerrados. Claro que no sabemos – tantas cosas no sabemos– si ése ha sido factor determinante.

Citó Sánchez, cómo no, a los expertos –sin detalles, sin nombres, sin nada–, pero sólo a modo de aval de su decisión. Ni de esos anónimos expertos citados en bloque ni del presidente que los citaba hemos tenido noticia de cómo es que resultaron insuficientes o fallidas las medidas que iban a impedir una nueva transmisión descontrolada del virus. Cero explicaciones. Ninguna evaluación de resultados. Ningún aprendizaje de la experiencia. Nos están quedando unos preciosos resúmenes.

Citó a Europa, cómo no, porque en toda Europa pasa lo mismo, según el presidente. No del mismo modo en toda Europa, eso tampoco. Pero lo que importa: alguna vez podía hablar el Gobierno de los países donde no pasa lo mismo, de aquellos donde se ha podido contener la transmisión. Podía dejar de escudarse en los países en los que la epidemia va mal. Incluso podía aprender de los que lo hacen bien, pero para eso hay que dejar de refugiarse en el mal de muchos.

La ciencia en la que basa el Gobierno decisiones como este nuevo estado de alarma con toque de queda es enigmática. Ignoramos las claves de sus criterios fluctuantes, y no sólo por ignorancia nuestra: no las expone. Pero el mayor de los enigmas, el más indescifrable de todos, es cómo ha llegado esa ciencia al dictamen de que este estado de alarma debe prorrogarse por seis meses, en vez de someterse a la autorización del Congreso cada quince días, como el de marzo.

Extraña ciencia ésa. Si hay unos expertos que invitan a eludir, durante medio año, la aprobación parlamentaria de un estado que limita derechos fundamentales, bueno, lo suyo es reclamar que salgan del anonimato. Que los conozcamos. Ya.

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