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Javier Somalo

Se acabó la broma, hay que elegir

Dice el ministro Ábalos que si un partido es legal todo lo que hace debe ser considerado normal. Pues ese es el problema: Bildu no debería ser legal.

Dice el ministro Ábalos que si un partido es legal todo lo que hace debe ser considerado normal. Pues ese es el problema: Bildu no debería ser legal.
La portavoz de Bildu y Pablo Iglesias hablan en el Congreso. | EFE

Hasta ahora, a nadie se le ha ocurrido exigir a Bildu que confiese todo lo que sabe de los más de 300 atentados de ETA que quedan por resolver. Porque mientras haya casos pendientes no debería existir un partido político afín a la banda y liderado por personas que han formado parte de su estructura. Cualquiera de los que hablan en nombre del partido de Otegi podría estar involucrado y ni siquiera lo sabemos.

Por desgracia, muchos políticos, de todos los partidos, piensan que la página del terrorismo en España ya está más que leída y no merece revisita alguna. Mataron, secuestraron y echaron a más de 200.000 personas de sus casas a punta de pistola —si estuvieran, el País Vasco no sería nacionalista— pero es mejor que ahora se dediquen además a la política. Es “un triunfo de la democracia”, sostiene Ábalos, que seguro se celebrará como tal en los cementerios.

El caso es que la contrapartida por el apoyo a los Presupuestos Generales del Estado no requiere dotación económica como de costumbre, “sólo” acceder a la pretensión de una banda terrorista de tener a sus presos cerca de casa aunque nunca hayan estado tan lejos de sus familias como los muertos que provocaron. Y como ahora son un partido legal, todo es normal.

Una nueva transición con ETA haciendo de PCE

Ábalos presume de saber mucho de clandestinidades y le han sacado a decir que los remilgos de hoy contra Bildu no habrían traído la Transición. Lo dice por la legalización del PCE de Santiago Carrillo cuando, por cierto, ETA mataba a españoles como moscas. Pues si fuera por el PSOE no sé dónde habría quedado esa Transición que ya han encaramado al patíbulo porque ellos, los socialistas, no estaban precisamente muy a favor de esa legalización que le descuadraba las cuentas electorales a Felipe González. No, ellos no querían. Al ver que el PCE fracasaba en las primeras elecciones de 1977 entonces sí, fue una buena idea y hasta suya.

Pero fue Manuel Prado y Colón de Carvajal —el personaje es ahora lo de menos— el que viajó a Rumanía a entrevistarse con Nicolás Ceaucescu por encargo de Juan Carlos I para sondear a Carrillo ante una eventual legalización. Y después llegó la historia conocida de que guardarían la tricolor, aceptarían la monarquía y no saldrían en masa a celebrarlo para no provocar, que ya estaba la cosa bastante calentita. Adolfo Suárez formalizó el asunto sin rubor pese a haber prometido muy poco antes ante la Junta de Defensa Nacional que jamás lo haría. Menudos insultos y amenazas se llevaron en la calle el propio Suárez y Gutiérrez Mellado… traidores, rojos y no sé cuántas cosas más. ¿Y el PSOE? Al PSOE le pasó como a Armada: ni estaba ni se le esperaba. Pero apareció para recoger la cosecha ajena. ¿Alguna vez ha asumido el PSOE el riesgo que corrieron los que de veras hicieron la Transición? Nunca. Llegaron a mesa puesta y siguen comiendo.

En todo caso, la legalización del PCE no es ni por asomo equiparable al proceso de complicidad con la ETA, previo a la rendición llamada “paz”, que inició groseramente Zapatero y que llega hasta la ignominia de hoy. Felipe González negoció con la banda mientras se la perseguía policialmente. Cometió muchos errores, se enfangó y no supo explicar con valentía en qué consistían o en que deberían haber consistido los GAL, que quedaron en guerra sucia porque sucia fue. Pero que José Barrionuevo no dormía ni descansaba un minuto para acabar con ETA y que le dolía cada atentado y escamoteo de féretros por la puerta de atrás de las sacristías abertzales es un hecho tan cierto como que Zapatero acordó con la banda llamar “accidentes” a los atentados y llegó a extender salvoconductos a etarras para usar en caso de detención también accidental. No es leyenda urbana: pillaron al etarra Juan Carlos Yurrebaso con uno que llevaba hasta números de teléfono del Ministerio del Interior del PSOE. Y de ahí al caso Faisán, el impune chivatazo para que no prendieran a los recaudadores de sangre que hoy apoyan los presupuestos nacionales de Sánchez. Si eso no es complicidad cualquier excusa vale.

El PCE se avino a la democracia con monarquía y bandera nacional y contribuyó en aquel momento a la concordia. En plena democracia, aunque no sepamos por cuánto tiempo, añadir a ETA no es contribuir a ensanchar las libertades como entonces sino a demolerlas. Así que el requiebro de Ábalos, tan ducho en negociaciones con narcoguerrillas, no se lo cree ni él. Y lo sabe.

Por si quedaba alguna duda de la puerta que se ha abierto en el peor momento posible, valga la sinceridad que, al no conllevar en España riesgo alguno para el delincuente, resalta el fondo que el Gobierno pretende desdibujar con baratijas históricas: Sortu, la filial de Bildu en el País Vasco ha necesitado pocas palabras: “Vamos a Madrid a tumbar definitivamente el régimen”. Por supuesto, se refiere a la democracia. Pero Ábalos celebra su triunfo y “normalización”.

El lamento cobarde de los barones

Han vuelto a gemir Emiliano García Page, Guillermo Fernández Vara y Javier Lambán, los tres mosqueteros que siempre terminan levantando el florete por Sánchez. Desde sus respectivos alcázares ya han dejado a la prensa los pertinentes titulares para conciliar el sueño. Page, que fue el que dijo que no quería que los Reyes Magos le trajeran vaselina mientras su jefe pactaba la investidura con ERC, dice ahora que “lo de Bildu no tiene un pase”. Se ve que los de Oriente no le hicieron caso o que al final no necesito coadyuvantes para transigir con ERC. Y lo mismo pasará con Bildu. ¿Qué significa que “no tiene un pase”? Pues nada de nada, como siempre. Ya echaron una vez a Sánchez y les salió mal, así que no lo volverán a hacer porque se mueren de miedo.

El extremeño Fernández Vara dice que el hecho de que Bildu apoye los presupuestos de su partido supone “un fracaso como país”. O sea, que si las cosas salen bien es gracias al PSOE pero si se tuercen es por culpa de todos o de ese término tan vago, “país”, que sirve para llorar mientras se pide otra caña. Si de verdad estuviera dolido sería más fácil decir que es una vergüenza de Gobierno y un asco de partido. Y después se iría de la política, a jugar al dominó con Rodríguez Ibarra. Añadió Vara: “En lo personal iré a la farmacia a por un antiemético”, o sea, un remedio contra los vómitos. Quizá se encuentre en la rebotica con Page, el de la vaselina.

Lambán dijo que ERC era “indeseable” para cualquier viaje y que el hecho de que Bildu apoye ahora los presupuestos es “inquietante”. Desde Ciudadanos en Aragón lo han calificado de “valiente”. En fin, en tiempo de cobardes, cualquier cosa parece atrevida. Ojo con los Bonos del PSOE, muy españoles de pulsera y de boquilla pero cicerones de los peores sátrapas antiespañoles. Si están indignados y su preocupación va más allá de sus eventuales negocios paralelos, que salten de verdad o que apechuguen con su culpa, que es mucha. No se puede parecer de Vox, servir al comunismo y considerar valiente a Ciudadanos sin casarse con nadie y con todos a la vez. Ya está bien de señoritos.

El PP de Casado y la gran empresa

Es tradición que una parte PP aplauda y apele a los tres mosqueteros socialistas exhibiendo su empeño en caer simpáticos al PSOE de los señoritos. Aunque es este nuevo PP dirigente el que diseño la estrategia de tratar a Bildu como un rival más y discutir con ellos de política sin mencionar a la tediosa ETA. Eso es al menos lo que explican como uno de los ejes de su renovación pop, parecida a la que les cobró antaño un tal Iván Redondo cuando trabajaba para ellos de gurú. ¡Si los conocerá! Así que estamos ante un escenario, no por conocido, menos desalentador: una parte del PP aplaude a una parte del PSOE y entre todos no consiguen más que eso: palmas, palmitas, higos y castañitas. Y mientras, ERC, comunistas y la marca política de ETA deciden con Pedro Sánchez lo que nos van a gastar para luego “tumbar el régimen”. Nadie del PSOE va a frenar a Sánchez.

Si el PP de Génova quisiera servir a la causa —asumiendo ineludibles costes internos que a medio plazo serían bien rentables— quizá esté a tiempo de corregir su viaje estético al centro que no fue más que una huida de la trinchera en la que han dejado a Vox. Ya nadie pide coaliciones ni fusiones, sólo sentido común y de Estado, que deberían ser parejos. Si se apartan los mediocres, todavía es posible evitar la catástrofe.

También está a tiempo de enmendarse la alta clase empresarial que sigue jugando a consentir o vetar políticos, siempre en la misma dirección, desde un Olimpo que ya empieza a ser culpable por no pisar la tierra de los mortales. La reflexión no es demasiado compleja, sólo hay que repasar el BOE y lo que hay preparado para la Educación y la Prensa y valorar si eso es compatible con la democracia. Sólo deben darse cuenta, en fin, de que nada de lo que está sucediendo es pasajero.

Lo han dicho claramente: “Vamos a Madrid a tumbar definitivamente el régimen”. Hay que elegir de parte de quién se está.

 

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