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Fray Josepho y Monsieur de Sans-Foy

El cese de Iván Redondo

La mayor sorpresa de la reciente remodelación del Gobierno ha sido el cese del todopoderoso consejero que aupó a Sánchez.

La mayor sorpresa de la reciente remodelación del Gobierno ha sido el cese del todopoderoso consejero que aupó a Sánchez.
Pedro Sánchez e Iván Redondo. | EFE

La mayor sorpresa de la reciente remodelación del Gobierno ha sido el cese de Iván Redondo, el todopoderoso consejero que aupó a Sánchez, primero a ganar las primarias del PSOE y, después, a la Moncloa.

Los analistas no se ponen de acuerdo respecto a las razones de la salida de Redondo. Unos dicen que él quería irse por propia voluntad y que Sánchez le pidió que esperara el momento oportuno, que ha sido este de la crisis de Gobierno. Otros aseguran que había caído en desgracia por los fracasos socialistas en las elecciones catalanas y, sobre todo, en las madrileñas.

En fin, el caso es que nuestros poetas también discrepan, como era de esperar. Lean, lean.

POR GUSTO NO SE VA
por Monsieur de Sans-Foy

Iván fue la figura milagrosa:
convierte a Caracuero en lo que aspira,
usando nada más que la mentira.
–Tu público digiere cualquier cosa.

Hasta la habilidad más provechosa,
tornándose habitual, ya no se admira...
y, si el exprofesor no se retira,
recibe una patada vigorosa.

¿Le gusta conspirar a Iván Redondo?
No hay cosa que le ponga tan cachondo,
mas, de la ingratitud, nadie está a salvo.

Con Sánchez no se está nunca seguro.
Quizá su profesor del Lado Oscuro,
por pura decepción, se quede calvo.

POR GUSTO NO SE VA... O SÍ
por Fray Josepho

No sé, Mesié, si Sánchez lo ha echado de Moncloa
o es que ha querido irse por propia voluntad.
Tal vez odiaba el puesto de Niño de la Loa,
de siervo ditirámbico para Su Sanchidad.

No sé si, de tratarlo, se ha pedrosanchizado
y el pedrosanchimiento se ha apoderado de él.
Tal vez un pedrosánchico sincero se ha tornado
que pedrosánchezmente hacía su papel.

No sé si si su engreimiento fue más que su realismo,
o fue más su prudencia que su ansia de poder.
Tal vez en la Moncloa no se sentía el mismo
sabiondo calvorota que cumple su quehacer.

No sé, Mesié. Veremos si, solo y despechado,
se aparta para siempre, cociéndose en rencor.
O tal vez lo veamos, del brazo de Casado,
volver a sus fructíferas labores de asesor.

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