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Pablo Planas

El calamar gigante del separatismo

Una encuesta del Ayuntamiento de Barcelona realizada el año pasado y presentada este (sin que se explicaran las causas de tal dilación)

Una encuesta del Ayuntamiento de Barcelona realizada el año pasado y presentada este (sin que se explicaran las causas de tal dilación) asegura que el separatismo pierde apoyo entre la población de la capital catalana de entre 15 y 34 años. También dice que el uso del idioma catalán entre los comprendidos en dichas edades ha caído del 35,6 al 28,4% en los últimos cinco años. Parece obvio que la inmersión lingüística en la enseñanza y todo el aparato impositivo de la Generalidad y sus comisarios lingüísticos son contraproducentes. Y también que el sistema mediático en catalán no consigue llamar la atención de los jóvenes.

Pero hay que tener mucho cuidado con esas encuestas porque las carga el separatismo y le son útiles para dos cosas: por un lado, para agudizar el victimismo y decir que el catalán está perseguido y, por otra parte, para destinar aún más dinero a campañas de sensibilización cuyo objetivo es promocionar el catalán por la vía de prohibir y erradicar el español. El hecho de que todas las Administraciones de Cataluña, desde la Generalidad hasta el ayuntamiento más pequeño, impongan el catalán en sus tratos con los ciudadanos, o que para optar a puestos públicos sea imprescindible demostrar una competencia en el manejo de esa lengua, no impide que los separatistas afirmen que el catalán es un idioma marginado y marginal. ¿Y quién lo persigue? Franco, Ayuso, la Mano Negra o el capitalismo. Tanto les da.

Los nacionalistas catalanes siempre tienen razón. Es el encanto del separatismo. Ahora mismo están escandalizados porque supuestamente un número indeterminado de "turistas madrileños" se quejó en la localidad castellonense de Moncófar de que el espectáculo Riures en valencià ("Reírse en valenciano") se llevara a cabo en valenciano y no en español. El asunto ha salido hasta en TV3 a pesar de que no hay ni imágenes ni sonido del supuesto incidente. En la civilización del teléfono móvil nadie grabó el presunto escándalo. Un caso de "odio lingüístico", han dicho en Catalunya Ràdio, la emisora de radio de la Generalidad. "Acto xenófobo", según la tele del régimen separatista.

Ni que decir tiene que casos como el de la familia Scully-Tomasko, dos artistas de reconocido prestigio internacional, no salen en TV3. Se han marchado de Barcelona y han declarado al Financial Times que es porque estaban hartos del nacionalismo. "En Barcelona, ibas a las reuniones y hablaban completamente en catalán, como diciendo: 'Que te jodan'", ha declarado Scully al referido medio. Su pareja añade que en el colegio le dijeron que su hijo pequeño debía hablar en catalán también en el patio. Dadas las circunstancias, han cogido el portante y se han mudado a Francia. "No pudimos con esa mierda", fue el resumen del pintor.

Tampoco se han hecho eco los medios independentistas de la polvareda causada por el mago Lari, un habitual de TV3 que tiene hasta tal punto interiorizado el libro de estilo de la casa que en un programa en el que ejercía de canguro llegó a decir lo siguiente: "Soy el calamar gigante, vengo a comerme a la princesa" y acto seguido aclaraba dirigiéndose a la cámara: "Parlo en castellà perquè així semblo més dolent" ("Hablo en español porque así parezco más malo"). Ni mucho menos se han referido al "puta Espanya" del perturbado Jair Domínguez, un individuo a sueldo de TV3 cuya principal habilidad es el odio a España y a los españoles.

Sea como fuere, insultan, desprecian y marginan a los no nacionalistas mientras ensalzan las virtudes del diálogo. Debaten entre ellos sobre la conveniencia de la mesa de negociación con el Gobierno. La última aportación es de Carmen Forcadell, que dice tener curiosidad por ver "qué nos ofrecen". O sea, que el Gobierno les tiene que ofrecer algo porque ellos lo valen. Dice además que la situación no ha cambiado desde octubre de 2017. Y lo dice ella, que fue indultada hace dos meses.

Aragonès, por su parte, pregona las bondades del separatismo mientras presume de que hay un conflicto entre Cataluña y una cosa llamada "Estado". Ni siquiera reconocen la existencia de España, mientras consideran que todos los ciudadanos de Cataluña son independentistas. Y sí, hay muchos, pero no todos ni tampoco la mayoría. Les da igual. No saben lo que es respetar a quienes no piensan como ellos. Prefieren que se vayan. Ya saben, soy el calamar gigante y la familia Scully se marcha de Barcelona porque no puede con esa mierda.

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