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Pablo Planas

Los enemigos del catalán

El golpe de gracia al catalán puede haber sido elegir como enemigo a un niño de cinco años y a sus padres.

El golpe de gracia al catalán puede haber sido elegir como enemigo a un niño de cinco años y a sus padres.
La supremacista Laura Borrás, en el Parlamento regional de Cataluña. | EFE

¿Sobrevivirá el idioma catalán a sus defensores? ¿Resistirá el descrédito provocado por tipos como el consejero de Educación Gonzàlez-Cambray? ¿Aguantará muchas más dosis de soberbia y supremacismo como las que expresa sin recato la presidenta del Parlamento regional, Laura Borràs? Preguntada esta señora en el canal en catalán de TVE por si el hecho de no querer responder preguntas en español se podía entender como una falta de respeto hacia los catalanes que lo tienen como primera lengua, la interpelada resolvió con su acendrado cinismo que "de ninguna de las maneras". "En Cataluña", prosiguió, "hay muchas lenguas". "¿Tendría que responder también en amazigh?", concluyó retadora.

Esta es la misma persona que tras obtener plaza fija de profesora universitaria y ante la tesitura de ser funcionaria del Estado o de la Generalidad eligió la primera opción sin dudarlo. Ahora su trabajo, según dice, es luchar contra el Estado para conseguir la independencia de Cataluña y la lengua se ha convertido en el principal frente de las operaciones.

Otro que también se niega a responder preguntas en castellano es el antedicho Gonzàlez-Cambray. Plantado frente a la escuela de Canet de Mar tristemente célebre por su nefasta dirección y la actitud intolerante de algunas familias, este dirigente republicano dijo que en Cataluña no había ningún problema lingüístico para acto seguido negarse a decir lo mismo en español ante los periodistas.

El golpe de gracia al catalán puede haber sido elegir como enemigo a un niño de cinco años y a sus padres. Desde luego, si alguien en plenitud de facultades mentales cree que el futuro de una lengua pasa por impedir que un niño reciba un 25% de clases en otro idioma es que esa ya es una lengua muerta. Al catalanismo se le ha ido de las manos la supuesta defensa del catalán porque, y esto debe quedar muy claro, no se trata de defender el catalán sino de eliminar el español.

Es tal la furia, la rabia, el odio y la ceguera de los principales arietes contra España y el español que no han hecho el más mínimo cálculo de daños. Ni se les pasó por la cabeza que pedir el aislamiento de esa criatura remitiría directamente a la imagen de Ruby Bridges, la primera niña negra en ir a una escuela de blancos. Que el consejero Gonzàlez-Cambray diga que sólo ochenta familias han pedido clases en castellano es el pie de foto de la estampa de Ruby Bridges.

Están acabando con el catalán y pretenden culpar a una sola familia. O a ochenta. O a un niño de cinco años. Ahora resulta que el modelo de éxito de la inmersión lingüística no logra aumentar el número de catalanohablantes, que el catalán se asocia con el adoctrinamiento nacionalista y que los críos, en cuanto salen al patio, se quitan el yugo de una lengua convertida en antipática por quienes dicen velar por ella y se ponen a hablar en español o en cualquier otra cosa que no sea catalán.

A los catalanistas casi todo les ha salido mal. Entorpecieron la inmigración procedente de Hispanoamérica y favorecieron la del Magreb pensando que los habitantes del norte de África se decantarían por el catalán en vez de por el castellano. Eran las ensoñaciones de personajes tan deleznables y xenófobos como Heribert Barrera o Jordi Pujol. Después de cuarenta años de imposiciones, subvenciones, multas y prohibiciones, de cultivo intensivo del monolingüismo y de fetuas contra el español, temen que ni siquiera en su pequeño y mezquino mundo se pueda funcionar solo en catalán. Y están dispuestos a lo que haga falta. La prueba es que son capaces de amenazar a un niño de cinco años.

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