
Las últimas encuestas persisten en quitar mérito a la gestión del Gobierno de Pedro Sánchez. Ni siquiera la de El País es grata al Ejecutivo, al que le pasan factura asuntos como el de la factura de la luz o la pandemia. En Moncloa no salen de su asombro. Los nuevos asesores del presidente no hallan explicación a la desafección de un parte del pueblo con el munificente líder. Para los Bolaños, Pedro es un fenómeno, un crack, un titán, un as y un hacha.
Por ejemplo, alegan que, cuando nadie en el mundo vio venir la pandemia, Sánchez ya había organizado un gabinete de crisis, gracias al cual no se compraron mascarillas ni otros equipos de protección tales como batas, gorros o guantes a tiempo. De tal modo y efecto que el denominado personal sanitario tuvo que hacer frente al coronavirus a pelo. Claro que entonces, como ahora, aquello era una gripe, según las chanzas de los payasetes mediáticos al servicio del Gobierno.
Fruto de la no anticipación de la que hizo gala el gran Pedro fue también la manifestación aquella del 8-M, probablemente una de las mayores muestras de violencia contra la mujer de la historia reciente. Menuda fiesta para el coronavirus. Miles de contagiadas. Por no hablar de esas ruedas de prensa organizadas por el olvidado Oliver. O las comparecencias a lo Aló Presidente con las que Sánchez daba cuenta de los grandes progresos en la lucha contra el coronavirus. Un éxito. El país con el confinamiento más duro, el país con más muertos en proporción. Líderes mundiales en restricciones y en fallecidos.
¿Y lo de las residencias de ancianos, qué? Y ahí están jueces y fiscales dando carpetazo a las denuncias de los familiares. ¿Se acuerdan? Enfermos a los que no se llevaba a los hospitales para no saturar el sistema, personas que yacían muertas durante días, abuelos y abuelas que murieron en soledad, sin atención y en las condiciones más miserables. Otro hit de la pandemia en España.
Más aquel funeral laico, una suerte de rito masónico de adoración al sol con la señora Pilar Llop, entonces presidenta del Senado, vestida como si viniera de una rave. Y todas las veces que Sánchez proclamó vencida la pandemia, una por ola al menos.
Pues lo ha vuelto a hacer. Tras haber logrado que las mascarillas en España fueran más caras que en el resto de la Unión Europea, ahora ha reeditado el logro con los tests de antígenos, cuyo precio se dispone a intervenir en el preciso momento en el que decae la demanda. ¿Y qué les parece ese plan del Gobierno para "gripalizar" la cosa? Precisamente cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) alerta de que la mitad de la población europea contraerá la infección en las próximas semanas.
Qué grande es Sánchez. No tiene rival.