
La crisis de Ucrania ha traído una reposición del No a la guerra, la serie de ficción que se emitió hace ahora unos dieciocho años con participación de destacados actores nacionales. Desde la parte podemita del Gobierno se ha dicho que España es inconfundiblemente el país del "no a la guerra", como si sólo aquí se hubieran producido manifestaciones masivas contra la intervención militar en Irak de Estados Unidos. Aunque hay que decir que el objeto y objetivo de la mayoría de los armaron aquella movilización era más nacional que internacional. Les preocupaba menos la geoestrategia y menos también la guerra en un lugar lejano que intentar ganar las elecciones generales del año siguiente.
No es cierto, en todo caso, que España sea el país del "no a la guerra" por antonomasia. Hubo otros países donde logró el apoyo de millones de personas, muchas de ellas atemorizadas por la perspectiva de que la decisión de EEUU de ir a la guerra contra el terrorismo islamista, primero en Afganistán, luego en Irak, provocara las represalias de los que habían sido capaces de echar abajo las Torres Gemelas, en el mismo corazón del imperio americano, causando miles de muertos. El mundo no había conocido un terrorismo como aquél, y había miedo, mucho miedo. Sintetizó bien la situación aquel célebre titular: "El mundo en vilo a la espera de las represalias de Bush".
En el ámbito europeo, el "no a la guerra" fue particularmente masivo en el Reino Unido, el principal aliado de EEUU en todas las circunstancias y en aquella ocasión en concreto, con el añadido de que los británicos sí iban a combatir en suelo iraquí, a diferencia de los españoles. Tan fuerte fue la oposición a sumarse a la iniciativa de Bush que el primer ministro Tony Blair saldría absolutamente calcinado de la experiencia. Y no era un incorregible derechista como Aznar, sino un simpático laborista. Unas cuatro decenas de países participaron, de un modo o de otro, en la coalición forjada por EEUU para derrocar a Sadam, pero fueron Blair y Aznar los que se llevaron la peor parte por implicarse.
España no fue el único país del "no a la guerra", pero sí fue el único en el que muchos consideraron, como si fuera lo más natural del mundo, que el Gobierno era culpable de un atentado terrorista que relacionaron con la guerra de Irak. Fue el único, y eso sucedió en los tres días de marzo de 2004, justo antes de las elecciones, en el que se dijo que la culpa del 11-M era de Aznar por haberse asociado con Bush. No ocurriría nada parecido en el Reino Unido cuando el terrorismo islamista atentó en Londres. Aquí, sin embargo, los mismos que habían montado el "no a la guerra" persiguieron a los del PP al grito de "¡asesinos!" y rodearon las sedes del partido, culpándolos de los atentados de Atocha. Esa fue nuestra singularidad y no la del "no a la guerra", el cuento.