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Pablo Planas

La pandemia de Sánchez

La combinación de un Gobierno flojo y una oposición en mantillas es un augurio de graves dificultades futuras

La combinación de un Gobierno flojo y una oposición en mantillas es un augurio de graves dificultades futuras
Cordon Press

El Gobierno que está a los mandos de España en estos momentos no es exactamente el mismo que afrontó la pandemia del coronavirus de Wuhan. Este lunes se han cumplido dos años del encierro total, una especie de ensayo general del fin del mundo con una catástrofe del tipo de la peste negra medieval. Salvador Illa era ministro de Sanidad. Pablo Iglesias, vicepresidente segundo. Arancha González Laya, titular de Exteriores. Iván Redondo, el hombre de las series en la Moncloa... La lista de los que han pasado por la trituradora de Sánchez es larga. Pero los cambios no han supuesto gran cosa. Como ejemplo, Albares, el ministro de Exteriores, que viene de declarar que confía ardientemente en que China consiga la paz en Ucrania. ¿Cómo? ¿Con otra pandemia?

La gravedad de la invasión de Ucrania y la amenaza de desastre nuclear provocan en España efectos parecidos a los acaecidos en los días previos al primer estado de alarma y el confinamiento. Lo más evidente es el acaparamiento de algunos productos, antes el papel higiénico y ahora el aceite de girasol. Las previsiones económicas son tanto o más catastróficas que las del covid-19. Inflación, paro, pobreza, ajustes duros. El menú completo. Y antes como entonces el Gobierno se caracteriza por su falta de respuesta y previsión. Una de las economías mundiales más castigadas por el virus fue la española. Y la factura de la luz empezó a ser cara mucho antes de que los más finos analistas descontaran que Rusia iba a invadir Ucrania.

Hay muchas razones para el pesimismo. Durante lo más crudo de la pandemia, la principal ocupación del Gobierno fue la propaganda, el NoDo, aquel Aló Presidente de Sánchez y aquellas delirantes ruedas de prensa de Simón. Mientras el personal de los hospitales se batía el cobre sin equipos de protección y los ancianos morían solos en las residencias, Sánchez y demás portavoces oficiales acaparaban horas y horas de televisión en una operación sin precedentes de manipulación de la audiencia. El Gobierno fracasó en todos los frentes. Hospitales desbordados, medicina de guerra, residencias convertidas en mortuorios. Más el fiasco general en la compra de material sanitario. Sin embargo, logró alterar el relato y surfear sobre las víctimas (sistemáticamente ocultadas) con ataques a la Corona, alusiones al franquismo, indultos a los golpistas y mesas de diálogo, entre otros episodios bochornosos.

Según las estadísticas oficiales, en España ha habido hasta el momento 101.000 fallecidos por coronavirus. Es probable que sean bastantes más. Hubo un tiempo en que el Gobierno puso un especial celo en corromper la transmisión de datos. A Sánchez ya le da lo mismo o se los imputa a Isabel Díaz Ayuso, igual que le echa la culpa de la factura de la luz a Putin. Las circunstancias le favorecen hasta el punto de que ya se habla de la baraka de este presidente que capeó el coronavirus con Casado y afrontará la guerra con Feijóo al frente de un PP con tensiones evidentes y más que dudas sobre su verdadera orientación. La combinación de un Gobierno flojo, con figuras como Garzón o Irene Montero y sustentado por ERC y Bildu, y una oposición en mantillas es un augurio de graves dificultades futuras, con independencia de lo que dure la matanza de Ucrania.

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