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Agapito Maestre

Cambios en 'El Mundo'

Me llegan dos informaciones enfrentadas sobre la salida de Rosell del diario 'El Mundo'.

Me llegan dos informaciones enfrentadas sobre la salida de Rosell del diario El Mundo. La primera se refiere a motivos internos de la empresa, búsqueda de nuevos liderazgos y reestructuración de plantillas. Por el contrario, según otra versión que figura por diferentes medios de comunicación, la causa principal de esa destitución han sido las presiones políticas ejercidas desde el Gobierno de Sánchez sobre los directivos de Unidad Editorial. Si fuera verdad la primera interpretación, poco puedo decir, salvo lamentarlo, porque Rosell ha ejercido con dignidad un periodismo crítico contra un Gobierno autoritario (sic); es el de Sánchez un Gobierno autoritario, entre otras razones, porque la base de su política es la crítica y persecución de los partidos políticos de la oposición y, por supuesto, el acoso y derribo de los pocos grandes medios de comunicación que lo cuestionan y critican.

Pero si la llegada de Manso a la dirección del periódico es por el dedo impositivo de la Moncloa, entonces es menester alargarse, demorarse y hasta gritar contra una prensa amordazada cada vez más por el poder político. Si se demostrara que a Rosell lo han echado desde la Moncloa, estaríamos ante otra gran prueba de que nos enfrentamos a uno de los peores y más autoritarios Gobiernos del régimen del 78. ¿Cómo demostrar la cosa del cese, destitución o sustitución? ¡Quién lo sabe! Quizá Rosell podría atreverse a dar ese paso y explicarse. Pero a nadie se le puede pedir algo así, entre otros motivos, porque la empresa siempre lo negará.

Vayamos, pues, a la reflexión sobre el estado general de la prensa en España y su reflejo en este periódico. A nadie se le escapa que los grandes medios de comunicación viven en buena medida de la ayuda económica del Estado. Eso es una obviedad; pero de ahí a venderse, o mejor, poner el periódico al servicio del Gobierno hay una gran distancia. Digo esto porque me cuesta creer lo vertido sobre el nuevo director de El Mundo en algunos medios de comunicación; no creo que responda a la verdad decir que Manso se ha puesto al servicio de la Moncloa para salvar la nómina de los trabajadores del periódico. Me parece que estamos ante dos buenos periodistas. Quizá solo se trate de un sencillo relevo generacional. Quiero creer que estamos ante buenos profesionales de la información y la opinión. Porque saben bien cuáles son los límites que imponen a su profesión el actual y limitado mercado de la prensa por un lado, y por otro el Gobierno de España, junto a los mesogobiernos regionales, no renuncian fácilmente a su labor crítica contra el poder.

Por desgracia, la profesión periodística, y también la de miles de profesores de universidad, parece estar rendida a la inquisitorial y terrible expresión "es menester saber desde dónde hablamos". Es una forma de declarar que la búsqueda de la verdad no existe. La desvergüenza es todo. El debate intelectual desaparece y se recurre a la estigmatización moral de los agentes políticos e intelectuales de un sistema político que desprecia las bases de su propia legitimación. Esperemos que la nueva etapa de El Mundo prosiga la anterior, o sea, no dé cualquier cosa por válida. Basta con eso para que nos creamos que nunca desaparecerá el respeto a la verdad. Es la base de la democracia.

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